jueves, abril 25, 2024

OTRAS INQUISICIONES: PRI: Crisis y derrumbe

Pablo Cabañas Díaz
La política del siglo XX en México, fue marcada por la Revolución mexicana que creó un discurso, un Estado y un partido político . Las izquierdas quedaron al margen de la política real, sin espacio ni oportunidad de expresar sus demandas.  En muchos casos encerradas en su ortodoxia se colocaron detrás del partido del Estado. Como lo advirtiera Pablo González Casanova, “debido a la ventaja del discurso oficial, la oposición solamente aportaba críticas, articulaba descontento y proporcionaba al gobierno los elementos necesarios para reformular  las políticas públicas”.
El resultado fue la marginalidad de las izquierdas. El discurso oficial, nacionalista y revolucionario abarcó a la misma oposición de las izquierdas y penetró a la sociedad, que “hablaba en el lenguaje oficial y participaba de las metas del propio Estado”. Por eso, el sociólogo Pablo González Casanova en la segunda mitad del siglo XX, concluía que el “destino de una parte importante de la oposición era el PRI”.
En los años ochenta, hubo un cambio de rumbo,  el PRI, se volvió una organización conservadora que  promovía y facilitaba los cambios que  el proyecto neoliberal requería para implantarse en nuestro país . En el PRI, e incluso en sus gobiernos, existieron corrientes más comprometidas con los programas sociales y otras que, buscaban la expansión de los negocios y las finanzas, y que incluso se preocupaban más por defender los intereses privados en la política. La tensión fue permanente, pero los resultados favorables del modelo económico atenuaron el conflicto.
Pero la tensión entre la viabilidad económica y el compromiso social se rompió y llevó, en 1987, a la más profunda crisis al PRI y que a nuestro parecer no pudo resolver en los años subsecuentes . Lo ocurrido en 1987 con la Corriente Democrática marcó al modelo económico neoliberal, y marginó de 1987 al 2018 los compromisos sociales. Es importante señalar que esa crítica fue elaborada por la izquierda priista, no por la izquierda opositora. La élite tecnocrática que llegó con Miguel De la Madrid se propuso restaurar la fórmula de menos política y más economía, por lo que se quitó a su base social, a la que calificó de populista.  Esa base social fue la que desde los años treinta le había dado la razón de ser y el apoyo político al proyecto de la Revolución mexicana. Los gobiernos neoliberales fueron derrumbando sus fundamentos políticos e ideológicos. El nacionalismo revolucionario siguió  otros caminos,  fuera del PRI.
Carlos Salinas en su Primer Informe de Gobierno, criticó al Estado “grande”, encargado de tareas sin fin, que a su parecer se volvió ineficaz e incapaz de cumplir con “los reclamos sociales” de los mexicanos. La prioridad era la economía con criterios técnicos y racionales, las demandas de la sociedad pasaron a segundo plano. Lo social era secundario.
Las explicaciones y el manejo económico desde De la Madrid a Enrique Peña Nieto exhibieron al PRI como un partido que producía gobiernos al servicio de los grandes intereses económicos. La sucesión presidencial de 1988 originó la crisis orgánica e ideológica del priismo y obligó, como nunca antes, a separar a las corrientes que se habían formado desde la Revolución mexicana. La izquierda perdió frente al control tecnocrático.
En las elecciones de 1988, los votos que casi le dieron el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas partieron del voto duro priista. Votaron por el hijo del general Cárdenas porque representaba a la Revolución Mexicana. La fortaleza del nacionalismo revolucionario volvió de nuevo en la elección del 2018. Peña Nieto dejó al  PRI  sin candidato propio, sin proyecto ideológico, y lo más grave con  acuerdos que estaban en contra de los intereses económicos y políticos de sus bases históricas. Con la pérdida de Hidalgo y Oaxaca el próximo 5 de junio, tendrá el PRI , 10 gubernaturas menos y solo le quedarían el estado de México y Coahuila con lo que será un referente político del siglo XX,  que se fue extinguiendo desde 2018.

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