Pablo Cabañas Díaz
En el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976), se descubrieron grandes yacimientos de petróleo en el sureste del país -Tabasco y Campeche-, que ya como presidente José López Portillo decidió explotar: ”… salimos al mundo afirmando en voz alta que teníamos petróleo, mucho petróleo. “Primero a nuestros acreedores, para que no se impacientaran; después al resto del mundo, para hacer acto de presencia en una época crítica…”, escribió el mandatario en sus memorias que llevan por título: Mis tiempos. Con el petróleo se financiaría el desarrollo del país. Ahí, empezó un acelerado proceso de endeudamiento. Se construyeron obras a diestra y siniestra en busca de impulsar distintas actividades económicas. México crecía al 6 y hasta 8 por ciento anual, pero el déficit público y la inflación también. En diciembre de 1976 la deuda era de 19 mil 600 millones de dólares y para 1982 llegaba a 59 mil millones; la inflación alcanzaba 90 por ciento y el dólar había pasado de 24.50 a 57.20 pesos. El sueño de la potencia petrolera terminó en pesadilla.
En junio de 1981 se precipitó la crisis, producto no sólo de la baja internacional en los precios del petróleo -se tuvo que reducir en 4 dólares el barril-, sino de una reducción en el consumo y una serie de medidas erráticas. Con el país colocado al margen del crédito internacional, la confianza de los inversionistas se fue al suelo y por esa época se fugaban hasta 150 millones de dólares diarios.
López Portillo se negaba a devaluar el peso con el argumento político de que ”presidente que devalúa se devalúa”. Fue entonces que en una entrevista con corresponsales extranjeros dijo: ”Defenderé al peso como un perro”, lo que le ganó el mote y la burla porque, al final, tuvo que devaluar.
Menciona en “Mis Tiempos”, sus memorias que ”México había sido saqueado”. En esas página narra cómo al ir reuniendo los datos para su Sexto Informe de Gobierno, se fue dando cuenta, a fondo, de la gravedad del problema. Por lo menos 14 mil millones de dólares en cuentas de mexicanos en Estados Unidos; 30 mil millones en predios de los cuales ya han pagado 9 mil millones en enganches y servicios; 12 mil millones de mex-dólares. La conclusión de ese diagnóstico según lo escribió el 31 de agosto de 1982, era un hecho insólito para la economía y la política mexicana: “anunciaré mañana, nacionalizar la banca y un control total de cambios…”. Y así fue.
Ante la opinión pública, López Portillo encontró un culpable y responsabilizó a los banqueros de la crisis –”los sacadólares”- y les quitó el negocio. Dolido por la medida, pero no sin razón, Manuel Espinosa Yglesias escribió en su biografía: ”Cada uno de nuestros presidentes sigue creyendo que salvar al país depende sólo de su voluntad y de que todo mundo lo obedezca”. Al final de su mandato también Echeverría se sumó a las agrias críticas que se le hacían, publicó en los diarios, con la firma de Francisco Galindo Ochoa como responsable, un desplegado en el que sólo se leía ”Tú también, Luis?”