Pablo Cabañas Díaz.
En aquellos tiempos, se hacía periodismo bajo una censura, a veces, sutil; a veces implacable; fue una época que costó cáceles, exilios, despojos y muertes . Eso explica que sin explicación de por medio el 1 de marzo de 1989, Manuel Becerra Costa, salió de las instalaciones de Unomásuno, de quien era su director y nunca más volvió. Aparecería meses después en la portada de la revista Proceso, dirigida por Julio Scherer, donde a través de una entrevista, celebrada en Madrid, España en la que explicaría las razones que lo hicieron abandonar el país y la dirección de Unomásuno. En su “exilio voluntario” Becerra Acosta, diría, que el gobierno de Carlos Salinas le había pagado un millón de dólares por su salida del diario; la versión no oficial que se propagó en el medio periodístico era que Carlos Salinas quería a Becerra fuera de Unomásuno por el apoyo que, según él, había dado el periódico al candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 1988.
Manuel Becerra atrajo a las páginas del Unomásuno a articulistas desconocidos en esa época que por primera vez constituyeron un sector de escritores de izquierda en las páginas editoriales en un diario de circulación nacional. Al mismo tiempo, en Unomásuno se encontraban reporteros de larga experiencia, y otros de muy nuevo cuño, a los que el olfato periodístico de Becerra Acosta, impulsaba a la búsqueda de las entrañas de un México aún por descubrir y totalmente borrado del escaparate oficialista.
En las páginas de Unomásuno aparecieron contadas de otra manera, historias sobre las luchas obreras, la resistencia campesina y las insurrecciones centroamericanas, por citar sólo algunos de los temas de una agenda hasta entonces marginal. Se fundó también el suplemento cultural “Sábado”, que bajo la dirección de Fernando Benítez, significó un trascendente aporte a las nuevas expresiones del arte y la literatura. La fotografía y el cartón, tuvieron en el diario fundado por Becerra Acosta, nuevos modos de expresión. Muchos escritores y periodistas del exilio sudamericano encontraron también un espacio para la creación y el testimonio de su historia y la de sus pueblos.
Esa aventura se inició aquel 14 de noviembre de 1977, cuando se publicó el primer número de Unomásuno. En el libro “Escenas del periodismo mexicano” Cecilia González menciona acerca de este pasaje: Presionado o no Becerra Acosta confesó que primero recibió 500 mil dólares en efectivo pagados directamente por la Secretaría de Gobernación que encabeza Fernando Gutiérrez Barrios y que el otro medio millón se le entregó después a su esposa, Ángeles Aguilar , quién se lo envió a España”. El pretexto era el cúmulo de deudas que tenía el periódico con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y con Productora e Importadora de Papel S.A. de C.V. (PIPSA) por cuatro mil millones de pesos; recordemos que PIPSA era un organismo gubernamental que vendía papel a los diarios a precios preferenciales, pero que en un momento dado podía ser utilizado como una sutil arma política de censura.
Este mismo episodio es abordado en el libro “Medios de Comunicación y Campañas Electorales” (1988 – 2000) escrito entre otros por la hoy directora de la Facultad de Ciencias Políticas, Carola García, donde se menciona lo siguiente: “De alguna forma, la salida de Becerra Acosta de Unomásuno, al iniciarse el gobierno de Salinas, se atribuía a los espacios que había dado el diario a la Corriente Democrática desde su surgimiento. A pregunta de Carlos Marín en Proceso, en octubre de 1989: “¿Cree estar pagando el vuelo que en sus inicios dio a la corriente de disidencia que impulsaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo?”, respondió: “No lo sé, la dimos a conocer antes que nadie en 1986”.