Pablo Cabañas Díaz
La ceremonia del Grito de Independencia o Grito de Dolores, para recordar con los máximos honores la gesta del Padre Hidalgo, iniciada en el pueblo de Dolores, Guanajuato ha sido en Palacio Nacional de concurrencia selecta, en donde sólo han tenido lugar aquellos que comulgan, plenamente y en todos los órdenes, con el presidente de la República. A José López Portillo se le puede caracterizar, por su forma y métodos usados en el ejercicio del poder, como el último presidente tlatoani, si es que aceptamos que el ejercer el poder absoluto sin cortapisas y contrapesos, dueño de vidas y haciendas, una de las características centrales del poder total ejercido. Este poder estaba representado simbólicamente por la figura e imagen presidencial, en donde el objeto simbólico es la banda presidencial, como símbolo del reconocimiento pleno de todos los mexicanos, de ser la máxima autoridad de la nación, legítima y formalmente constituida.
La prestancia personal de José López Portillo, lo llevó a aceptar e involucrarse absolutamente en la asunción del poder presidencial, siguiendo todos los rituales para asumir que la nación estaba representada por el propio presidente de la República. La banda presidencial objeto simbólico por excelencia de la autoridad y poder político concentra en el presidente de la República; al único mexicano que la puede portar; éste la usará sólo en los rituales de máxima significación y sacralización, también como reconocimiento al poder del presidente de la República, como era el Informe Presidencial del 1o de septiembre, de cada año, ante el Congreso de la Unión y el pueblo de México; y en la ceremonia celebrada en Palacio Nacional para la conmemoración del Grito de Independencia, ante el pueblo reunido en la Plaza de la Constitución, siendo éste sitio, el que simboliza el espacio donde se localiza y concentra el poder político y económico, y de ahí, se extiende a todo el país.
El Informe Presidencial, o también llamado el “día del Presidente”, siempre tuvo como ritual inquebrantable, por parte de la clase política, “la salutación” en el Palacio Nacional, después del Informe al Congreso de la Unión o mejor conocida como el “besamanos”; el momento propicio para hacerse presente, el dejarse ver con el “patrón” para que… “me identifique bien”; el constatarle mi plena convicción con los principios de la revolución; el que el “señor presidente” sepa que siempre contará conmigo y que reconozco absolutamente los logros de su gobierno, reiterarle al señor presidente nuestra identidad con todo lo mexicano.
La ceremonia del Grito de Independencia o Grito de Dolores, para recordar con los máximos honores la gesta del Padre Hidalgo, iniciada en el pueblo de Dolores, Guanajuato ha sido de concurrencia muy selecta, en donde sólo han tenido lugar aquellos que comulgan, plenamente y en todos los órdenes, con el presidente de la República. Ese día el Presidente era el protagonista principal y su alocución era seguida minuto a minuto en el balcón presidencial.
Soplan nuevos vientos. Peña Nieto empieza a preparar sus maletas para abandonar Los Pinos el juicio histórico será durísimo con su gobierno. Lo advertía José López Portillo, y él no hizo caso de su destino. “¡No nos miremos en el espejo negro de Tezcatlipoca!” Como señala Jorge Carrillo Olea: “Pareciera ser que con su arrogancia, Peña Nieto convocó a todas las brujas y sus maleficios. Se equivocó de manera contundente, no concibió al complicado mundo en que vivimos ni descifrar a México con sus tremendas complejidades, sus riquezas y miserias”. Lo advertía López Portillo: “¡No nos miremos en el espejo negro de Tezcatlipoca”.