Pablo Cabañas Díaz.
El presidente Andrés Manuel López Obrador en repetidas ocasiones toca el tema de los gobiernos neoliberales que manejaron el país durante los últimos años. La narrativa discursiva no es casual. Hace un año 30 millones de votos respaldaron al candidato que criticó a los gobiernos neoliberales
Los neoliberales, más conocidos como tecnócratas, se presentaron como los expertos economistas, y una vez en el poder articularon una campaña encaminada a mostrar que los problemas de México, se debían de manera casi exclusiva a la mala administración económica del Estado
En 1982, la dolarización, la salida de capitales y la crisis de la deuda externa dieron como resultado que el Estado ya tuviera los recursos que le habían permitido intervenir en los procesos económicos. Además, con la caída de los ingresos públicos, se afectó la capacidad de los gobiernos que entre 1982 y el año 2018, ya no se pudieron atender las demandas de una población cada vez más empobrecida. El Estado cambió de ser un agente económico activo, y optó por las estrategias económicas aplicadas en esa época por Ronald Regan y Margaret Thatcher, que se aplicaran internamente. Así, el sentido social que tenía el Estado mexicano cambió
En la visión de los neoliberales mexicanos, la crisis sólo podría resolverse transformando al “Estado interventor, propietario y anquilosado” en un “Estado regulador y vigilante”, y que en el caso extremo podría asumirse como un Estado al servicio de los “hombres de negocios”.
La meta era llegar a un Estado muy parecido a un Estado mínimo que en materia económica sólo se encargara de regular, supervisar y vigilar que las relaciones de mercado se realizaran de acuerdo con los marcos legales establecidos; a partir de ese punto, cualquier ampliación de las funciones estatales sería vista como parte de un nacionalismo anacrónico que no cabría en las tendencias de la globalización y la mundialización de los negocios, y debería abandonarse.
Como consecuencia del modelo de economía de mercado, la pobreza creció a grados alarmantes. Si entre 1968 y 1991 la misma se había reducido, para el 2000 “la pobreza afectaba a 41.1% de la población, tan sólo 1.4 puntos porcentuales por debajo de 1968 pero muy por arriba de los de 1981, 20 años antes”.
Así, al final del año 2000, la pobreza en México se expresaba en crecientes índices de marginalidad -el aumento de la economía informal, la deserción escolar, la desnutrición, la drogadicción y la violencia social- en las zonas urbanas, que además se nutre del desplazamiento de población rural hacia los polos que representan las grandes ciudades.
Las restricciones presupuestales en las finanzas públicas en un ambiente económico de aliento al “darwinismo social”, provocó el incremento de la desigualdad y sus expresiones de pobreza, marginalidad, desempleo, contaminación y violencia social.