Pablo Cabañas
Francisca Ernestina Moya Luna, conocida con el nombre de Nellie Campobello (¿1900?), fue autora de tres importantes textos literarios y documentales sobre la revolución en el norte de México, poetiza, fundadora de la Escuela Nacional de Danza y del Ballet de la Ciudad de México. Su secretaria, la persona en la que más confiaba, se hizo cargo de ella cuando se retiró y la convirtió en una muerta en vida, la tenía sentada en un rincón de su propia casa, mientras su marido iba sacando de la casa joyas, muebles, libros y cuadros de Diego Rivera, de David Alfaro Siqueiros y escenografías de José Clemente Orozco todo de gran valor monetario. A mediados de los años 80 alguien se preguntó: ¿qué fue de Nellie Campobello?. Viva debía estar, porque seguía cobrando mensualmente su pensión de funcionaria.
El 22 de diciembre de 1998, la periodista Raquel Peguero, aclaró el misterio de lo que había acontecido con Nellie Campobello. Peguero expuso que la escritora había dejado de existir a causa -decía el acta de defunción- de un “paro cardiaco-respiratorio, insuficiencia cardiaca, mala absorción intestinal”. El deceso ocurrió el 9 de julio de 1986 en Progreso de Obregón, Hidalgo, y sus restos fueron inhumados en el panteón Dolores de ese poblado, en una sencilla tumba que ni siquiera lleva su nombre. Sólo tiene una cruz donde se leen las iniciales: “NCM-FML” -es decir Nellie Campobello Morton-Francisca Moya Luna- y la fecha del fallecimiento. Campobello tenía entonces 86 años y, como declarante de ese hecho, aparece “Claudia Fuentes F.” en un claro error tipográfico, porque en seguida, en la línea del parentesco se señala, “compadre”.
Claudio Fuentes Figueroa o Claudio Niño Cienfuentes, quien, en todo momento, a partir del fallecimiento, ocultó que la escritora había muerto. Durante la investigación efectuada por la Comisión de Derechos Humanos, se encontró que la casa que pertenecía a la fundadora de la Escuela Nacional de Danza – ubicada en Ezequiel Montes 128, colonia Tabacalera, se encontraba registrada desde 1985 a nombre de Virginia Tecich Cleveland de Fuentes, quien se sabe era la esposa de Enrique Fuentes León, el abogado defensor de la pareja Cienfuentes-Belmont, en el juicio penal de 1985. También se encontró en la jefatura del Archivo General de Notarías del DF, un registro de que el 12 de septiembre de 1963, “Nelly Campobello Morton” otorgó testamento público abierto ante el notario público 96 de la ciudad de México, y que el 17 de octubre de 1984, “la maestra Francisca Moya Luna otorgó otro ante el notario público 94” del entonces Distrito Federal hoy Ciudad de México.
Se hizo un seguimiento a todo lo relacionado con el robo de los telones, entre los que había algunos de José Clemente Orozco, Carlos Mérida y Roberto Montenegro, de los cuales diez fueron donados por Campobello al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), cuyos representantes legales comparecieron ante el Ministerio Público para hacer constar la donación cuyas piezas no fueron entregadas materialmente.
Se hicieron diversas diligencias tendentes a esclarecer estos hechos y se solicitó la colaboración del director del INBA para que la Dirección de Asuntos Jurídicos del instituto para que pudiera evaluar la procedencia de promover un juicio ordinario civil en el que Niño Cienfuentes y los representantes legales del Ballet de la Ciudad de México acrediten fehacientemente el título jurídico por el cual adquirieron la calidad de propietarios de los telones robados, así como que se cumpla el contrato de donación de los mismos “por parte de la maestra Campobello o de quien la represente legalmente.
Escritora de la Revolución, fiel admiradora de Pancho Villa, coreógrafa, bailarina, su forzada ausencia propició los más airados reclamos por su vida, desde que se le vio por última vez del brazo del abogado Enrique Fuentes León, quien prácticamente la arrebató de las manos de la entonces juez penal, Margarita Guerra y Tejadal, quien tuvo la valentía de enfrentarse a él, pero debió dejar libres a Cienfuentes-Belmont tras el irregular proceso en el que permeó la fuerza por parte de la defensa.
Durante estos años, también, una prima de Nellie Campobello, Eulalia Moya, hizo todo lo posible para encontrarla. Vía telefónica, desde su casa en Los Ángeles, suspiraba al saber la noticia de que al fin se encontró su tumba. Desde un principio, en mi interior, sabía que no vivía. Era imposible por la manera en que la trataron, pero mi corazón sabía que no era posible que sobreviviera a ese infierno. De alguna forma, saber que tiene tanto tiempo de muerta es un regalo para mí, porque ahora sé que descansa en paz.
La historia de Nellie Campobello, resucitada en marzo de 1998 en una serie de artículos publicados en La Jornada por Peguero recuperó la dramática historia del secuestro, encerramiento y despojo de la artista por una pareja de exestudiantes encargada de su cuidado, y de su completa desaparición en 1985, después del fracaso de un pleito legal de parte de amigos y familiares que buscaban sacarla de esa situación. Campobello ha sido “muchas veces mencionada y pocas veces estudiada”. El estudio serio de la obra de Campobello comienza a finales de los años 70 del siglo pasado, cuando una generación de críticas empezó a reescribir la historia de las literaturas latinoamericanas incorporando la producción femenina.