Pablo Cabañas Díaz
(Segunda parte)
El tránsito accidentado de Porfirio Muñoz Ledo por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), no se puede entender si no se toma en cuenta el choque de personalidades y de estilo con Cuauhtémoc Cárdenas, con quien tuvo serias diferencias personales desde su participación en la construcción del Frente Democrático Nacional, en 1989. Porfirio estaba molesto con el ingeniero porque lo bloqueaba cuantas veces podía. Le reclamó a Cárdenas, primero haber desinflado el movimiento tras las elecciones de 1988 con arreglos secretos y, más adelante, por haberse apropiado de la estructura orgánica del PRD cuando, al ser designado primer presidente nacional, Cárdenas eliminó la figura del secretario general y centralizó la toma de decisiones.
En ese contexto de tensiones, Porfirio se lanzó a una aventura fallida en 1991: la conquista de la gubernatura de Guanajuato. Consiguió apenas el 7.7 por ciento de los votos, pero gracias a una estrategia de protestas contra el fraude electoral concertadas con el candidato panista Vicente Fox, el priista Ramón Aguirre Velázquez nunca tomó posesión. Esta elección le ayudó para ser electo presidente del PRD en 1993 con el apoyo de una coalición de corrientes.
En 1994, Porfirio Muñoz Ledo, puso al descubierto sus diferencias en la segunda campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. Adolfo Aguilar Zinser en su libro sobre la campaña “Vamos a ganar” (Océano, 1995) precisa : “Porfirio entendió la campaña como una lucha por el poder, Cuauhtémoc como una “lucha por la democracia”; Porfirio veía la contienda como un problema de estrategias, tácticas y recursos, Cárdenas como un asunto de congruencia y principios. Para Muñoz Ledo, la transición se alcanzaría sólo si después de combatir al régimen y medir fuerzas con él, se edificaban los puentes, las amarras y los compromisos por los cuales cruzar, más o menos de acuerdo con los vencidos, el último trecho. Cuauhtémoc entendía ese desenlace como la aniquilación definitiva del contrincante. Esas eran sus diferencias de fondo; en ellas se cifraban su conflicto y desencuentro definitivo. Porfirio es un hombre político, Cuauhtémoc es un “líder moral”.
Con la victoria de Ernesto Zedillo, las diferencias llegaron a la ruptura. Porfirio impulsaba un proyecto de transición que desembocaría en una reforma de las instituciones; Cuauhtémoc promovía un “gobierno de salvación nacional”, que implicaba la renuncia del Presidente electo. Porfirio convocó al Congreso de Oaxtepec, en agosto de 1995, para definir el rumbo del PRD tras la debacle electoral. Tras una discusión intensa entre ambos bloques, ganó su propuesta de llevar a cabo acuerdos de índole político-electoral con el gobierno de Zedillo. Con el aval de su partido, el dirigente perredista encabezó las negociaciones, que se concretaron el 25 de julio de 1996 con la reforma electoral que ciudadanizó al Instituto Federal Electoral (IFE) en un órgano constitucional autónomo encargado de organizar las elecciones federales, y abrió la puerta a la primera elección de autoridades en el Distrito Federal con la que Cárdenas llegó a ser su primer jefe de gobierno.