Pablo Cabañas Díaz.
Alex Pope poeta inglés decía que “quien dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Eso sucede con los ex secretarios de Salud, que cuestionan al Instituto Nacional de Salud (Insabi), Julio Frenk Mora, José Ángel Córdova Villalobos, Salomón Chertorivski Woldenberg, Mercedes Juan López y José Narro Robles.
Baste señalar, que Narro Robles prescinde en su “análisis” de mencionar que en el sexenio de Enrique Peña Nieto el presupuesto dedicado a salud bajó 2%, de 580,000 millones de pesos en 2012 a 569,000 en 2018, en términos reales. En tanto, las necesidades aumentaron; los mexicanos beneficiarios de la salud pública aumentaron en 6.3 millones, según datos del Centro de Investigación Económica Presupuestaria (CIEP). Frenk Mora, Córdova Villalobos y Chertorivski no indican en su “observación” que la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud) estima que, para cerrar el déficit de atención médica, en 2030 las consultas médicas de enfermedades crónicas no transmisibles tendrán que incrementarse un 52% respecto de su nivel actual; hoy se ofrecen en el país 3.12 consultas por persona por año, cuando la evidencia de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indica que una persona es de 4.7 asistencias.
La herencia de los ex secretarios de Salud es según datos de Funsalud, un déficit de 195 millones de consultas anuales.
Para hacer frente a estas necesidades, se deberían de construir 3 mil 528 hospitales generales, adicionales a los existentes, y 652 de especialidades. Hoy, el 47% del gasto total en salud en México es gasto de bolsillo, es decir, a cargo de la población, que contrata tratamientos y medicamentos en el medio privado. Escasamente cuatro de cada 10 afiliados al IMSS pueden atenderse en sus clínicas y hospitales. En el caso del programa IMSS Bienestar, que presume de más de 12 millones de personas adscritas (susceptibles para recibir el servicio), sólo poco más de un millón sabe que tiene derecho a ese beneficio.
En cuanto a la atención, hay diferencias en las prioridades de cada institución. En el caso del IMSS, 58 % de las subcategorías se concentran en enfermedades no transmisibles (cáncer, diabetes, etcétera), mientras que en IMSS-Prospera 78 % de las subcategorías se clasifican como intervenciones de salud pública (vacunas y estudios preventivos).
La infraestructura es también dispareja: IMSS y los hospitales afiliados al extinto Seguro Popular cuentan con 0.7 camas por cada 1,000 derechohabientes y el programa IMSS Bienestar cuenta con apenas con 0.2 camas, mientras que Pemex, Sedena y Semar tienen 3.9 camas. En pocas palabras, los ex secretarios mienten y lo hacen con dolo y mala fe.