sábado, abril 20, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Los olvidados y Tlatelolco

Pablo Cabañas Díaz

En la segunda mitad del siglo XX, la película Los olvidados, de Luis Buñuel, filmada en 1950, significó una afrenta para la “modernidad” mexicana, cuya imagen  eran  las vecindades y terrenos del rudo barrio de Nonoalco. Los olvidados era la “zona de tugurios”, como la llamó  el arquitecto Mario Pani.  El plan original de este proyecto era resolver la llamada “herradura de tugurios”, una zona periférica de la ciudad donde se habían instalado viviendas  de trabajadores en lo que eran tierras del sindicato del ferrocarril. Con la propuesta de un nuevo plan, se buscaba optimizar y rescatar la zona, planteando un nuevo modo de vida.

La Unidad Nonoalco-Tlatelolco, nace nueve años después de la película de Buñuel, como la respuesta al nuevo México que se quería construir. Durante la construcción del conjunto se demolió el 80% de viviendas precarias, y alrededor de siete  mil personas fueron expulsadas de la zona por no contar con los ingresos suficientes para adquirir una vivienda nueva en Tlatelolco. La promesa de que se beneficiaría a los habitantes de bajos ingresos de la zona no se cumplió.

Cubriendo cien hectáreas, Pani planeó una “ciudad dentro de la ciudad” diseñada para albergar a 100 mil habitantes en 15 mil unidades. El mensaje que daban los gobiernos priístas era el de haber cambiado las casas de cartón, de lo que entonces se llamaban “ciudades perdidas”,  por edificios. Pani utilizó el esquema de “super manzanas” que estaba en uso en Radburn, Nueva Jersey.

Fue un proyecto muy ambicioso; se planificó en 1959, y la construcción se ejecutó de 1960 hasta 1966; fue inaugurada en 1964, con 102 edificios y 12 mil departamentos de 1, 2 y 3 recámaras; los más espaciosos contaban con cuartos de azotea. La planta baja se destinó para uso comercial, se dotó de un total de 649 cajones para toda la unidad. Que en pocos años serían insuficientes. El equipamiento lo conformaban centros deportivos, clínicas, escuelas, guarderías, oficinas y teatros, para que los residentes pudieran cubrir sus necesidades básicas dentro del conjunto, y generar una atmósfera de convivencia y tránsito constante hacia el interior. El proyecto inicial contemplaba vivienda en alquiler, que prevaleció únicamente durante los primeros diez años de ocupación;, el esquema cambió para dar acceso a la propiedad a través de Certificados de Participación Inmobiliaria.

Después de cuatro años de haberse inaugurado, los acontecimientos en la plaza de las tres culturas, en 1968, dejarían huella en sus habitantes, lo cual produjo la primera expulsión de algunos residentes. A continuación, se modificaría la estructura física del conjunto, al sustituir la vocacional siete, para reemplazarla por la clínica del Seguro Social. Otro momento importante está asociado al terremoto de septiembre de 1985 y sus devastadoras consecuencias, alterando la vida comunitaria y marcando físicamente la trama urbana del conjunto. Sin embargo, entre un acontecimiento y otro, se gestó un movimiento social que buscaba transparentar la administración de los recursos del fideicomiso constituido para dar mantenimiento a los inmuebles, espacios abiertos y equipamientos del conjunto urbano.

El retiro de la Administradora Inmobiliaria (AISA) y el cambio de régimen de propiedad por los Certificados de Participación Condominal provocó el deterioro de la unidad. En la planeación de Tlatelolco, no se consideró el contexto urbano, la propuesta se centró en asegurar un 70% del área del proyecto para espacios abiertos, que al paso de los años serían un problema en cuanto seguridad y mantenimiento ya que al fragmentarse la administración esos espacios quedaron en el abandono sin dueño y sin responsable, es decir, en “tierra de nadie”. El proyecto de Mario Pani no logró realizarse en su totalidad, Tlatelolco únicamente representaba la primera parte de la transformación de la herradura de tugurios que desde esa visión perjudicaba el pujante desarrollo de la nación. El proyecto completo llegaba hasta los actuales terrenos de la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente (TAPO) y la Cámara de Diputados de San Lázaro, por lo que de haber continuado el plan original, las colonias Tepito, Morelos, Merced, Penitenciaría, entre otras, hubieran desaparecido al implantar sobre ellas, grandes conjuntos urbanos.
 

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