Otras Inquisiciones: Los espejos de la memoria mexicana

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Por Pablo Cabañas Díaz

Publicado en 1904, El libro de mis recuerdos de Antonio García Cubas es una obra que se sitúa entre la autobiografía, la crónica y el testimonio de un país que comenzaba a mirar hacia su pasado con la nostalgia de la modernidad. García Cubas —ingeniero, geógrafo, miembro de la generación del Porfiriato ilustrado— escribió estas memorias cuando México se transformaba vertiginosamente: los ferrocarriles surcaban el territorio, las ciudades se expandían y la historia reciente del siglo XIX se convertía en un relato cada vez más lejano. En ese contexto, su libro funciona como una arqueología sentimental del país, una evocación de costumbres, personajes y escenas que ya se desvanecían bajo el brillo positivista del progreso.

A diferencia de los cronistas costumbristas, García Cubas no se limita a describir tipos populares o tradiciones urbanas. Su mirada es la de un testigo privilegiado que, desde la intimidad de la memoria, reconstruye los ritos y espacios de una sociedad en tránsito. El autor combina la precisión del ingeniero con la melancolía del hombre que contempla cómo su infancia y juventud se convierten en materia de museo. Así, las calles de la vieja Ciudad de México, las tertulias, los paseos y los modos de vestir se vuelven fragmentos de una cultura que el propio García Cubas sabe condenada a desaparecer.

El encanto del libro reside en su tono: una mezcla de erudición, ironía y ternura. La escritura —por momentos lenta, minuciosa, casi topográfica— refleja la mentalidad de una época en la que el conocimiento era inseparable del deseo de clasificar el mundo. Pero bajo esa superficie ordenada late una emoción discreta: la pérdida. García Cubas narra sus recuerdos no sólo para conservarlos, sino para despedirse de ellos. Su memoria se vuelve un acto de resistencia ante la fugacidad del tiempo y del país que conoció.

Leído hoy, El libro de mis recuerdos adquiere una dimensión inesperadamente contemporánea. En una era que disuelve las identidades y las geografías, su intento por fijar los contornos de una vida y de una nación nos recuerda que toda memoria es también un mapa. Como los atlas que él trazó, este libro dibuja un territorio interior: México visto desde la nostalgia y la lucidez. Es, en suma, una obra fundacional de la literatura memorialista mexicana, donde la geografía se convierte en biografía y el recuerdo, en una forma de patria.

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