domingo, abril 13, 2025

OTRAS INQUISICIONES: López Gatell: La abyección

Pablo Cabañas Díaz.

Según nuestra tradición el Presidente de la República, es el único actor y ejecutor, sabe todo y lo puede todo. En México el razonamiento de las ideas está ausente del ejercicio político, la norma es la abyección y el absurdo. Ayer durante la conferencia de prensa mañanera, López Gatell declaró que López Obrador no tiene que hacerse prueba de coronavirus o Covid-19 “y aunque pase de los 60 años”, no quiere decir que sea una persona de especial riesgo (…)Y agregó: “Afortunadamente goza de buena salud y aunque pase de los 60 años, no quiere decir que es una persona de especial riesgo, voy a decir una cosa muy pragmática: casi sería mejor que padeciera coronavirus porque lo más probable es que él en lo individual como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él”.

En México, como lo probó López Gatell, la abyección no tiene fin. La historia se la atribuyen al general Porfirio Díaz. Su poder creció tanto, que una vez preguntó “¿Qué hora es?” y su edecán en posición de firmes le respondió: “La que usted ordene, señor Presidente”.

No hay límite para el poder presidencial. Una vez concluidas las obras de Ciudad Universitaria, el 20 de noviembre se de 1952, se develó una “grandiosa estatua” del Presidente Miguel Alemán vestido de toga, que lucía, imponente, en la explanada de la Torre de Rectoría, en el corazón de las nuevas instalaciones. La fecha de la inauguración había sido escogida “porque el presidente era producto y herencia de la Revolución mexicana”.

En la ceguera del poder, José López Portillo repartió cargos a su esposa, su hermana, su hijo y un hermano. El abogado Luis Echeverría despidió a su secretario de Hacienda y tomó en sus manos la política hacendaria. En la lógica priista del poder, López Portillo hizo jefe de la policía al Negro Durazo, un hombre cuyo único mérito era ser un amigo de la infancia, nada impidió a Enrique Peña Nieto nombrar a Castillo jefe del deporte nacional, sólo porque Castillo practicó el tenis desde niño, en la misma lógica bizarra en la que en el delirio Calígula nombró senador a su caballo Incitatus. .

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