Pablo Cabañas Díaz
(Segunda parte)
Los ojos de la CIA en Tlatelolco es un artículo de periodismo de investigación publicado por Jefferson Morley en el se detalla que los ex presidentes de México Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría no sólo fueron informantes de la CIA, sino que, al parecer, dieron información engañosa a esa agencia sobre la matanza de Tlatelolco en 1968.
De acuerdo a los documentos del gobierno de Estados Unidos desclasificados, sobre la Agencia Central de Inteligencia (CIA) otro de los agentes de Winston Scott, era Luis Echeverría, subsecretario de Gobernación a principios de los años sesenta, y quien es identificado como LITEMPO-8. Echeverría empezó a manejar solicitudes especiales del gobierno estadounidense para dar visas a viajeros cubanos que buscaban escapar de la revolución socialista de Fidel Castro. Cuando Echeverría ascendió en la jerarquía mexicana, también lo hizo en la importancia que le daba su amigo. Se convirtió en un invitado ocasional a las cenas que Scott daba en su casa de las Lomas de Chapultepec.
En 1966, un subordinado no identificado de Gutiérrez Barrios, conocido como LITEMPO-12, comenzó a tener reuniones diarias con George Munro, uno de los oficiales de confianza de Scott, para traspasar copias de reportes provenientes de sus agentes de Dirección Federal de Seguridad sobre subversivos. De acuerdo con un documento de la CIA, LITEMPO-12 se convierto en la fuente mas productiva de inteligencia sobre “el PC [Partido Comunista], Cubanos en exilio, Trotskistas, y grupos culturales de bloque Soviético.”
Cuando en el verano y otoño de 1968 un movimiento estudiantil espontáneo convulsionó las calles de la capital, el programa LITEMPO cobró todavía mayor importancia en la Ciudad de México y en Washington. Scott se apoyó en sus aliados en la cúspide del gobierno mexicano para monitorear y comprender los eventos que se desarrollaban, y que culminaron en la noche de la balacera que, el 2 de octubre de 1968, cobró innumerables vidas en la Plaza de Tlatelolco. La historia de LITEMPO es una dimensión previamente desconocida a este trágico crimen. Una noche de verano de 1968, uno de los hijastros de Scott salió a cenar al centro de la Ciudad de México con su madre y su padre, a quien llamaba “Scottie”.”Después que terminamos”, recordó el hijo en una entrevista años después, “íbamos caminando de regreso hacia el coche cuando Scottie dijo, ‘miren, ahí hay música’. Pasábamos frente a lo que llamaban una peña, una especie de cafetería. Entonces dijo, ‘vamos a escuchar’.”
Aunque políticamente era conservador, socialmente era muy abierto, adepto a hacer amigos y a conversar. “Así que ahí estábamos, bebiendo nuestras cervezas, mientras alguien cantaba una canción sobre Castro que era muy popular en esa época. El coro decía, “¿Fidel, Fidel, qué tiene Fidel/Que los Americanos no pueden con él?”. “Scottie gozaba del momento así que también empezó a cantar, levantando su cerveza: “¿Fidel, Fidel, qué tiene Fidel/Que los Americanos no pueden con él?”. De acuerdo con su hijo, la esposa de Scott dijo: “¿Scottie, sabes lo que están diciendo? “Oh, algo sobre Fidel”, respondió. Ella dijo, “sí, están diciendo que ustedes no pueden manejarlo”.Scottie dijo algo así como que sólo era una canción, a lo que ella replicó, “sabes, si alguien no te conociera tan bien y te viera aquí cantando, pensaría que eres una especie de comunista”.
Scott tan sólo se rió, recuerda el hijo. En su trabajo, Scott se encontraba obsesionado sobre una posible influencia del comunismo y de Cuba en México, pero renuentemente concedía que el movimiento estudiantil no estaba controlado por los comunistas. Aquel verano, la embajada de Estados Unidos compiló una lista de 40 incidentes aislados de agitación estudiantil desde 1963. Veintitres de los incidentes fueron motivados por carencias escolares; ocho protestas concernían a problemas locales. Seis fueron inspiradas por Cuba y Vietnam. Cuatro de las manifestaciones plantearon demandas relacionadas con el autoritarismo del sistema mexicano.
En junio de 1968, el embajador norteamericano Fulton “Tony” Freeman convocó a una reunión con Scott y otros miembros del equipo de la embajada. Francia acababa de ser desbordada por manifestaciones estudiantiles tan masivas, que hicieron caer al gobierno. Freeman quería discutir si lo mismo podía ocurrir en México.
Debido a sus contactos en Los Pinos, las opiniones de Scott tenían un gran peso. Scott y sus colegas llegaron a la conclusión de que Díaz Ordaz podía mantener la situación bajo control. “El gobierno cuenta con diversas formas de medir e influir la opinión de los estudiantes y, cuando cree que los desórdenes exceden los límites que considera aceptables, se ha mostrado capaz y dispuesto a intervenir de manera decidida, hasta ahora con efectos positivos”, reportó Freeman en un cable al Departamento de Estado después de la reunión. “Más aún, los desórdenes estudiantiles, pese a la amplia difusión que reciben, simplemente carecen del músculo para crear una crisis nacional