PABLO CABAÑAS DÍAZ
En una de las más excéntricas y líricas novelas de la contracultura estadounidense, The Abortion: An Historical Romance 1966, Richard Brautigan imaginó una biblioteca en California donde cualquier persona podría depositar su manuscrito: niños que escriben sobre sus juguetes, adolescentes consumidos por la angustia y ancianos que entregan sus memorias sin aspiraciones de gloria. Allí no hay sistema Dewey ni jerarquía literaria; los libros se colocan donde el bibliotecario —un solitario anónimo que no ha salido del recinto en tres años— decide, guiado por una lógica emocional más que clasificatoria. Brautigan no inventaba una institución, sino una utopía: la del reconocimiento de toda voz como legítima.
Décadas más tarde, el espíritu de esa biblioteca encuentra un eco en La biblioteca de los libros rechazados, novela del francés David Foenkinos. En ella, un bibliotecario resguarda manuscritos que las editoriales han despreciado. Lo que en Brautigan es parodia existencial, en Foenkinos se convierte en fábula tierna, casi detectivesca, sobre el fracaso literario y la posibilidad de redención. Ambos relatos plantean una misma pregunta con tonos distintos: ¿qué sucede con las historias que nadie quiere publicar?
La conexión entre ambos mundos no es fortuita. En el prólogo de su novela, Foenkinos menciona a Brautigan como precursor. Y es que el legado del autor norteamericano no se detuvo en la ficción. En 1990, el fotógrafo Todd Lockwood fundó en Vermont The Brautigan Library, una biblioteca real que acepta manuscritos inéditos. Allí, los libros se clasifican según “el sistema de mayonesa”, en honor al deseo de Brautigan de escribir una obra que terminara con esa palabra. La biblioteca funciona con frascos de mayonesa como sujetalibros, y los temas que agrupan sus estantes —el amor, la guerra, la política— ofrecen una arqueología de la escritura amateur estadounidense.
Más que una curiosidad literaria, esta biblioteca es una declaración de principios: cada texto tiene derecho a existir, aunque no venda ejemplares. Frente al mercado, el algoritmo y la dictadura del bestseller, tanto Brautigan como Foenkinos reivindican la épica del manuscrito rechazado. Allí donde otros ven fracaso, ellos ven humanidad. Una humanidad que, como la mayonesa en la alacena, espera su lugar en el estante correcto.