sábado, septiembre 7, 2024

OTRAS INQUISICIONES: La alquimia

Pablo Cabañas Díaz
A la pregunta de por qué en lugares tan distantes existió la alquimia desde hace miles de años –al menos, desde la mitad del último milenio y, probablemente, desde los tiempos prehistóricos–, la mayoría de los historiadores suele responder que los seres humanos eran asaltados una y otra vez por la tentación de convertir los metales corrientes en oro y plata para enriquecerse rápidamente, hasta que la química empírica del siglo XVIII demostró definitivamente que un metal no puede transformarse en otro.Resulta muy interesante descubrir, cuando tocamos un tema como el de la alquimia, el descubrir que esta era una práctica usual en los ambientes intelectuales, eclesiásticos y filosóficos de la Edad Media. Antes de los siglos XIV y el XV, la  alquimia no se había convertido en un instrumento poco serio desde el punto de vista filósofico. Encontramos la definición del término alquimia en los diccionarios de símbolos, pero a lo largo de los tiempos, su sentido y significado han sido transformados y enmascarados.La alquimia es mucho más que una fórmula para transformar los minerales en oro.
La alquimia representó una íntima superposición de las ciencias naturales con otras de orden religioso, además de las relacionadas con la astrología y la medicina de su tiempo. Uno de los primeros alquimistas en la Europa medieval fue Roger Bacon, monje franciscano de la Universidad de  Oxford que estudió óptica y alquimia. Sus ideales franciscanos le llevaron a la convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento. La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. La alquimia, en la época medieval, era autorizada por la Iglesia como un método para explorar y desarrollar la teología. Hacia finales del siglo XIII, la alquimia había desarrollado un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en las teorías de Hermes Trimegistro un profeta que anunció el advenimiento del cristianismo.  A Trimegistro, se le han atribuido estudios de alquimia como la Tabla de esmeralda —que fue traducida del latín al inglés por Isaac Newton— y de filosofía, como el Corpus hermeticum. Trimegistro también escribió sobre el macrocosmos y el microcosmos, es decir, creía que los procesos que afectan a los minerales y a otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano-por ejemplo, si uno pudiera aprender el secreto de purificar oro, podría usarse la misma técnica para purificar el alma humana.
El papa Juan XXII publicó, a inicios del año 1300, un edicto contra la alquimia, los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a ese tiempo, sirvieron también, sin duda, de obstáculo al ejercicio de la alquimia. El irresistible deseo de obtener oro había tentado una y otra vez a los alquimistas a creer en fórmulas fantásticas que, si bien si se miran con los ojos de hoy, no son sino la aplicación de supersticiones de todas las cosas mediante una combinación de operaciones manuales y mágicos conjuros. A nadie le pareció inverosímil que, del engaño en el error y del error en el engaño, surgiera un “arte” semejante que pudiera extenderse y prosperar durante cientos de años.

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