Pablo Cabañas Díaz
Juan José Arreola Zuñiga (1918-2001), fue un destacado literato mexicano que tuvo valiosos aportes al cuento como género literario y al lenguaje como forma de designar y aprehender la realidad y su misteriosa y compleja interioridad. También fue actor de teatro y trabajó bajo la dirección de Rodolfo Usigli y Xavier Villaurrutia. Becado por el Instituto Francés para la América Latina viajó a París en 1945, donde estudió declamación y técnica de actuación con Jean Louis Barrault, Pierre Renoir, Jean Le Gof y Louis Jouvet, y figuró como comparsa de la Comedia Francesa.
Fue corrector de estilo en el Fondo de Cultura Económica (1946-1949); director y fundador de la Casa del Lago de la UNAM; fundador y miembro del Consejo Literario del Centro Mexicano de Escritores, invitado a dirigir seminarios de escritores cubanos en la Casa de las Américas, en La Habana (1960). Colaboró y actuó en programas culturales de la radio y la televisión como conductor del programa “Vida y Voz”. Se le tributaron varios homenajes nacionales en las ciudades de México y Guadalajara.
Con el director de teatro Héctor Mendoza dirigió los programas teatrales de “Poesía en Voz Alta”, iniciados en 1956. Se inició como narrador en El Vigía, revista de Zapotlán que editó con Arturo Rivas Sainz, y en Guadalajara, en las revistas Eos y Pan, que editó con Antonio Alatorre. En la ciudad de México colaboró en las revistas América, Letras de México, Revista de la Universidad de México y otras, así como en los suplementos culturales de los principales diarios de la capital de la república y del semanario Siempre!.
Arreola, con Juan Rulfo y José Revueltas, son los cuentistas que en la década de los cincuenta marcaron nuevos rumbos a nuestra narrativa. La imaginación domina en los relatos de Arreola, a menudo breves y perturbadores para trascender nuestra realidad cotidiana y llegar a lo esencial. Su novela, “La feria”, lo es de una manera singular; sus dieciocho historias cruzadas son un verdadero conjunto de relatos, muchos de ellos autónomos y suficientes, entrelazándose y fundiéndose en un remedo de la vida misma.