domingo, enero 26, 2025

OTRAS INQUISICIONES: José Agustín

Pablo Cabañas Díaz.
José Agustín (1944-2024), publicó a los 16 años, su obra La tumba, que marcó un parteaguas para los jóvenes mexicanos que por primera vez, tenían en la literatura, un espacio en el que se sentían representados. Su agonía fue larga, sufrió una caída en el Teatro de la Ciudad de Puebla, hace 15 años, y nunca más pudo reponerse de sus seis costillas fracturadas y una lesión en el oído izquierdo que al paso de los años menguó su salud física y emocional. Obligado por una veintena de personas a su alrededor a que caminara a la orilla del escenario, de espaldas, cayó al foso de la orquesta y nunca más se pudo recuperar. En el hogar que el autor formara con su esposa Margarita  Bermudez Garza Ramos en Cuautla, Morelos, se despidió  el pasado tres de enero de la vida terrenal y murió 13 días después.
La obra de José Agustín fue encasillada por muchos años como“ literatura de la onda”, término que apareció por vez primera en el prólogo que redactó  Margo Glantz para la selección de Xorge del Campo: “Narrativa joven de México” en el  año 1969. Según la “crítica literaria”  esa escritura se caracterizaba por su “antisolemnidad, formas coloquiales del lenguaje, una burla reiterada a costa de sí mismos y acercamiento a temas sexuales con naturalidad, pero dentro de una actitud puramente epidérmica.  No sería sino hasta 1971 cuando  Glantz, en el estudio preliminar a su propia compilación, abundaría sobre el término; pero no quedó claro quiénes —entre los 27 autores presentados, incluida ella misma— formaban parte de la onda y quiénes no; más aún: cuál era la onda y si se trataba o no de una generación literaria. En la tipología de Glantz, aparecen siempre tres escritores de la onda: Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y José Agustín. Junto con ellos, en la segunda división: por comunistas ubicaba a  Gerardo de la Torre y René Avilés Fabila. Como acompañantes, más por la coincidencia generacional que por el tipo de escritura: Juan Manuel Torres, Xorge del Campo, y Guillermo Samperio. Una lista que ningún autor le puede reclamar gracias a su longevidad, pues todos los agraviados se encuentran muertos.
Cuando Glantz escribió el prólogo de “Narrativa joven de México” tenía 41 años, y se presentó como joven promesa. No era una mujer de la onda, antisolemne y contracultural.
Glantz, era amiga de Julieta Campos esposa de Enrique González Pedrero quien fue gobernador del estado de Tabasco. Huberto Bátiz  afirmó en su columna Confabulario publicada  en octubre de 2016, que Julieta le reclamaba por las colaboraciones de Margo Glantz que publicaba en unomásuno, porque decía que nada más la exhibía.
En los años setenta con René Avilés Fabila muerto en 2016, como con José Agustín discutimos largas horas sobre lo que ellos pensaban que era “La Onda”, y una y otra vez llegamos a la conclusión que fue un término que se “agandalló” Margo Glantz. Utilizamos la palabra “agandalle” que según el diccionario del español de México significa : “apoderarse de alguna cosa con ventaja y malas mañas”. Pocos saben que fue Xorge del Campo quien lo utilizó para justificar la selección de los autores. Xorge tenía los conocimientos era doctor en Letras Iberoamericanas por la Universidad Complutense de Madrid, además de los contactos para relacionarse con esos jóvenes escritores.
Xorge no le reclamó a Glantz el agandalle de su trabajo en virtud de que en esos años estaba casada con Francisco López Cámara profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y tenía una posición privilegiada en el grupo de los llamados “rabanitos” por ser rojos por fuera y blancos  por dentro. El líder de los “rabanitos” era González Pedrero quien tambien era el director de la Facultad. Los “rabanitos” se pasaban la mañana en la Universidad  y por la tarde se iban al PRI para “asesorar” al dirigente en turno. Los “rabanitos” eran lo opuesto de los escritores de la onda que publicaban lo que querían y donde querían.
No contenta con sus yerros Glantz, escribió un tercer ensayo sobre el tema: “La onda diez años después: Epitafio o revalorización”. En ese texto, define que  “ser de Narvarte, bailar rock y pertenecer a la clase media son tan comunes en la onda que Parménides García Saldaña los utiliza invariablemente como muletillas”. Finalmente regresa a Octavio Paz y argumentó que los nuevos jóvenes onderos son los pachucos de la era hippie. El ensayo termina cuando concede que su lenguaje “implica una crítica social”.
Glantz nunca entendió a Parménides García Saldaña a este autor se deben los textos  más representativos de su generación, como la novela Pasto verde , los relatos de El rey criollo, los poemas de Mediodía  y el libro paradigmático: En la ruta de la onda . Tampoco pudo comprender la obra de Gustavo Sainz, quien escribió la novela generacional: Obsesivos días circulares, que termina con varias páginas donde se repite la misma frase, cada vez con un tamaño de letra más grande, y reza: “de generación en generación, las generaciones se degeneran con mayor degeneración”.
José Agustín, sin duda, fue el más apreciado de todos los escritores de su época: sus novelas y cuentos le dieron la vuelta al mundo y las traducciones lograron que los críticos más escépticos se interesaran por su obra, fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de las fundaciones Fulbright y Guggenheim. Escribió teatro y guión cinematográfico, ámbito en el que dirigió diversos proyectos. Entre sus obras destacan De perfil (1966), Inventando que sueño (1968), Se está haciendo tarde (final en laguna) (1973), El rey se acerca a su templo (1975), Cerca del fuego (1986), El rock de la cárcel(1986), No hay censura (1988),  La miel derramada (1992), La panza del Tepozteco(1993), Dos horas de sol (1994), La contracultura en México (1996), Cuentos completos (2001), Los grandes discos del rock(2001), Vida con mi viuda (2004) y  Armablanca (2006). Publicó ensayo y crónica histórica, destacando los tres volúmenes de Tragicomedia mexicana (1990, 1992, 1998). En 2011, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Linguística y Literatura y las medallas al Mérito de Bellas Artes y al Mérito Artístico de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

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