Pablo Cabañas Díaz
Jorge Mateo Cuesta Porte Petit (1903-1942), mejor conocido como Jorge Cuesta fue un poeta cuya obra literaria es casi desconocida en las letras hispánicas. Escribió las críticas más lúcidas del nacionalismo posrevolucionario. Un escritor riguroso, un ingeniero químico que creaba extrañas sustancias que él mismo consumía; un paranoico que pensaba que buscaba un proceso hormonal que lo estaba arrastrando con rasgos exteriores que no coincidían con las características propias de su sexo y que un día quiso apurar acuchillándose sus genitales; para terminar una mañana colgándose en un cuarto de un hospital psiquiátrico en el que estaba recluido.
La imagen de Jorge Cuesta puede ser asimilada de distintas maneras: ya sea como el héroe romántico dueño de una envidiable “leyenda negra”, ya sea como el paradigma de independencia e integridad intelectual. La lectura de su poema : “Canto a un dios mineral”, ha querido sujetarse a esta regla. Su “leyenda negra”, es al mismo tiempo tan singular y tan poderosa que no es posible sustraerse, máxime cuando incluso los editores de su obra abonan documentación y argumentos que inciden en el tema. Si hemos de hacer caso a lo que se dice en la famosa que él escribió al doctor Gonzalo Rodríguez Lafora, el dictamen parece benévolo si se lo compara con lo que Guadalupe Marín, su ex-esposa y madre de su único hijo, llegó a ponderar dentro de su novela autobiográfica “La única” (1938). En la portada de esta novela, realizada por quien fuera su anterior esposo, el pintor Diego Rivera, podemos ver una mujer con el torso desnudo que se bifurca en dos cabezas, y que como una Salomé de la época vanguardista ofrece al espectador en bandeja de plata la cabeza cercenada de Cuesta. El psicoanalista Jesús Martínez Malo, deja entrever, entre otras cosas: la complicada vida de Cuesta, quien se habría enamorado de Xavier Villaurrutia; sus inclinaciones incestuosas, no sólo hacia su hermana Natalia, sino también hacia la progenitora de sus días. Los otros temas difíciles son su intento de castración y el suicidio, que se mezclan entre sí y que son parte de una misma madeja. En cuanto a lo primero, Martínez Malo establece: “La locura Jorge Cuesta la conoció y la vivió en forma por demás desgarradora, lo segundo, el suicidio no tiene por qué ser un estigma a su persona ni afectar en lo más mínimo su obra y su muy vigente legado intelectual y crítico”.