Pablo Cabañas Díaz
Un hombre clave en la década de los años sesenta del siglo XX en México, fue sin duda Winston Scott, quien estuvo involucrado en importantes sucesos como la presencia de Lee Harvey Oswald en nuestro país en septiembre de 1963, antes del asesinato del presidente John F. Kennedy, y sigue siendo una pieza clave para comprender lo acaecido en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Scott, se jubiló en 1969, y para llenar su tiempo de ocio, escribió unas “memorias” sobre su trabajo en México que se convirtieron en un problema para la Agencia Central de Inteligencia (CIA), por lo que se revelaba en sus páginas.
En abril de 1971, ante la molestia suscitada por la redacción de sus “memorias”, Scott tuvo que explicarle al jefe de la estación de la CIA en México, John Horton que estaba en tratos para publicarlas. Scott murió pocos días después. A su muerte, se confiscó el manuscrito y tres grandes cajas de archivos, incluida una grabación de voz de Lee Harvey Oswald. El hijo de Scott, Michael, finalmente pudo recuperar el manuscrito de su padre gracias a una demanda en la década de 1990. Sin embargo, todo lo relacionado con la vida de Winston Scott después de 1947 se había eliminado de sus “memorias” por motivos de seguridad nacional.
En esas “memorias” revelaba a los protagonistas de hechos y acontecimientos que hubieran visto peligrar su vida y su honra si se hubieran publicado. Un ejemplo, Luis Echeverría, cuando fue subsecretario de Gobernación a principios de los años sesenta, fue identificado por la CIA, con la clave LITEMPO-8. Cuando Echeverría, ascendió en la jerarquía mexicana, se convirtió en un invitado ocasional en las cenas que daba el jefe de la estación de la CIA, en su casa de las Lomas de Chapultepec.
Según los documentos desclasificados en 1966, un subordinado no identificado de Fernando Gutiérrez Barrios, conocido como LITEMPO-12, comenzó a tener reuniones diarias con George Munro, uno de los oficiales de confianza de Scott, para pasarle copias de los reportes provenientes de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad sobre personas que eran clasificadas como subversivas. LITEMPO-12 se convirtió en la fuente más productiva de inteligencia sobre “el Partido Comunista, de cubanos en el exilio, trotskistas, y grupos culturales del bloque soviético.”
Cuando en el verano y otoño de 1968 se convulsionaron las calles de la capital, el programa LITEMPO cobró mayor importancia en la Ciudad de México y en Washington. Scott se apoyó en sus aliados en la cúspide del gobierno mexicano para monitorear y comprender los eventos que se desarrollaban, y que culminaron en la noche del 2 de octubre de 1968, que cobró innumerables vidas en la Plaza de Tlatelolco. La historia de LITEMPO es desconocida sobre este trágico crimen.
En junio de 1968, el embajador estadounidense Fulton “Tony” Freeman convocó a una reunión con Scott y otros miembros del equipo de la embajada. Francia acababa de ser desbordada por manifestaciones estudiantiles tan masivas, que hicieron caer al gobierno. Freeman quería discutir si lo mismo podía ocurrir en México.
Debido a sus contactos en Los Pinos, las opiniones de Scott tenían un gran peso. Scott y sus colegas llegaron a la conclusión de que Díaz Ordaz podía mantener la situación bajo control. Scott pensaba y lo afirmó a sus superiores que los desórdenes estudiantiles, pese a su amplia difusión, “carecían del músculo para crear una crisis nacional”. A lo largo de su carrera como jefe de sección, su opinión fue valorada, pero los hechos acontecidos en 1968 acabaron con su credibilidad. Con la información que hoy conocemos, se podría incluso afirmar que con su vida. Scott no comprendió que el México que conoció y del que era una pieza importante había cambiado.