viernes, marzo 29, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Grandes maestros: Samuel Ramos

Pablo Cabañas Díaz

Samuel Ramos (1897-1959), cursó el primer año de la carrera de medicina en Morelia, y en 1917 se trasladó a la ciudad de México, donde cursó el segundo y el tercer año en la Escuela Médico Militar. En 1919 se mudó a la Escuela de Altos Estudios; enseñó introducción a la filosofía en la Escuela Nacional Preparatoria y lógica y ética, en la Nacional de Maestros. Se especializó en la Sorbona, en el Collège de France y en la Universidad de Roma. A su regreso a México continuó sus labores docentes y fue jefe de Extensión Universitaria. Posteriormente fue nombrado Oficial Mayor de la Secretaría de Educación Pública, para luego ser nombrado jefe del Departamento de Cooperación Intelectual de la misma Secretaría, carácter con el cual asistió al Congreso de Cooperación Intelectual reunido en La Habana, en 1941. Se graduó como doctor en filosofía en 1944 por la Universidad Nacional Autónoma de México, y dirigió la Facultad de Filosofía y Letras de 194 a 1952.

Fue una de las figuras fundadoras de la filosofía mexicana en el siglo XX. Formó parte del grupo llamado “Hiperion”, que inicio un movimiento que tenía por objeto la investigación del “alma mexicana”, y la vuelta a los valores autóctonos. Sus reflexiones se centraron en lo que se llamó “filosofía en torno a lo mexicano”. Su obra más estudiada es El perfil del hombre y la cultura en México. Ramos, en el “prólogo” de El perfil del hombre y la cultura en México, (1934) al hacer una autognosis, del pasado filosófico mexicano consideraba que, “la tradición filosófica mexicana que se remonta a los principios de la vida colonial, cuando se fundó la Universidad Real y Pontificia” hasta llegar al siglo XX, donde nuestros intelectuales, según Ramos, “han tomado una mayor conciencia de los grandes problemas del hombre y una mayor capacidad de ahondarlos”.

En El perfil del hombre y la cultura en México, hace una serie de reflexiones sobre nuestra cultura e identidad. Ramos se pregunta quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser; este es el punto de partida para poder caracterizar el espíritu de lo mexicano. Este libro pretendió explicar el sentimiento de inferioridad que se esconde tras múltiples máscaras. Tres ejemplos permiten a Ramos dibujar una fisionomía nacional: el pelado mexicano, con su hombría quimérica; el mexicano de la ciudad, con su desconfianza irracional, y el burgués mexicano, con su vergüenza de ser mexicano. Para Ramos, todas estas figuras se sustentan en valoraciones impropias  que falsean la realidad. El “pelado” que busca riña como un excitante para elevar el tono de su “yo” deprimido, el “mexicano de la ciudad” que desconfía del mundo y de los hombres y el “burgués mexicano” que toma como empresa el construir su propia imagen conforme a un deseo de superioridad, son sólo posturas -ardides- que carecen de todo valor real. Con este diagnóstico, el mexicano se podría comprender como “un hombre que huye de sí mismo para refugiarse en un mundo ficticio.

Ramos nos invita a reconocer los eventos que han sacudido la historia de México, aquellos que han dado sentido a lo que somos y en donde se muestran nuestras posibilidades. Propuso que la desproporción que existe entre lo que uno quiere hacer y lo que se puede hacer, conducía a un sentimiento de incapacidad y de desconfianza de sí mismo; si es mayor lo que se quiere hacer de lo que se puede hacer, el resultado es obvio. Desde esta perspectiva, explicó las actitudes y la conducta individual y social de los mexicanos. Las circunstancias concretas de México y su cultura derivada de Europa explican la causa del sentimiento de incapacidad y de desconfianza de sí mismo, en el mexicano.  En su tarea como maestro, nos pide realizar una tarea titánica: reconstruir la historia de México, no sólo por medio de aquellos momentos que han significado y sacudido a este país sino, además, reconociendo las ideas filosóficas que nos han definido como nación. Su preocupación por lo mexicano le llevó a adoptar posiciones regeneradoras, que recogió en otro libro titulado: Hacia un nuevo humanismo publicado en 1940, en donde exponía la necesidad de hacer frente a la deshumanización inherente al mundo contemporáneo.

Artículos relacionados