Pablo Cabañas Díaz
México ha recibido, en diferentes épocas, a diversos pintores, escultores y grabadores provenientes de varias ciudades del Japón. Se podrían mencionar a Kiyoshi Takahashi,; Kiyota Ota, y Sukemitzu Kaminaga. Con excepción del primero, los demás se establecieron definitivamente en nuestro país, se integraron al medio cultural mexicano y asimilaron en particular el arte prehispánico, aunque al mismo tiempo aportaron su bagaje artístico nipón. Es el caso de Hiroyuki Okumura, nacido en Kanasawa, Japón en 1963, y quien radica en Xalapa, Veracruz desde 1989.
Okumura, estudió la licenciatura y especialidad en escultura en la Escuela de Bellas Arte en Kanazawa, Japón. Ha participado en proyectos de escultura monumental como en la ciudad de Nigata con el escultor Kiyoshi Takahashi en Mure-Cho Kagawa-Ken. Dentro de sus exposiciones colectivas destacan: La escultura en Kanazawa, Japón entre 1984 a 1988; Grupo Niki en Tokyo y Kanazawa; Arte contemporáneo en Ishikawa, Japón y en Arte Joven de Aguascalientes.
La maestra Miriam Kaiser, ex directora del Museo de Palacio de Bellas Artes y promotora del quehacer museístico en el país, ha definido la obra de Okumura como: “el respeto profundo a los materiales pétreos, para hacernos ver, mediante el objeto terminado, algo que la piedra guardaba”.
El imaginario de Hiroyuki nos lleva al paisaje que comprende una piedra circular atravesada en su centro por una rama seca, y brinda nuevas perspectivas a mitos del pasado mexicano con obras como El Quinto Sol, la Quinta Era que estamos viviendo actualmente según la cosmogonía azteca.
Para Luis Ignacio Sáinz, investigador artístico, la obra de Okumura acecha las voces de la naturaleza, la tersura de sus composiciones armoniza sensualidad, respeto a la tradición, meditación, espiritualidad, innovación, disipación. Sin duda, un gran artista nipón residente en México.