martes, abril 16, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Grandes maestros: Ángel María Garibay y Kintana

Pablo Cabañas Díaz.

Ángel María Garibay y Kintana (1892-1967), fue un profesor e investigador universitario y fundador y director del Seminario de Cultura Náhuatl. Entre las distinciones que tuvo en vida fueron:  Premio Nacional de Literatura (1965) y doctor honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México (1951). Se puede afirmar que ante todo fue un estudioso de la literatura virreinal , tanto española como indígena, un notable políglota y un traductor del griego, latín, hebreo y náhuatl. De sus versiones directas del teatro griego se publicaron: Las diecinueve tragedias de Eurípides (1963), Las siete tragedias de Esquilo (1962), Las once comedias de Aristófanes (1967), todas ellas en la popular colección “Sepan cuántos…” de la editorial Porrúa.

Al padre Garibay, se le debe, sobre todo, la primera exploración científica y traducción de los textos coloniales en náhuatl, que dio a conocer en varias compilaciones: Poesía indígena de la altiplanicie (1940), Épica náhuatl (1945) y Poesía náhuatl (1964-1967, 3 vols.), las tres publicadas por la UNAM, y en estudios críticos: Historia de la literatura náhuatl y La literatura de los aztecas. Su labor de traducción y divulgación de la literatura náhuatl debe situarse en el contexto de la construcción del nacionalismo mexicano del siglo XX, ligado a los descubrimientos arqueológicos y a la naciente antropología, que alimentará la política indigenista del Estado. Fue un divulgador, de la cultura en la callada soledad de la biblioteca del Seminario Conciliar o la casa cural de pueblo, combina el estudio del texto religioso con el manuscrito y el códice que atesora la memoria indígena.

Aprende a leer griego, latín, náhuatl, hebreo, inglés, francés, alemán, italiano y otomí. Su labor como traductor y difusor de la riqueza literaria del mundo clásico, nace de la preocupación por el estudiante y el hombre sencillo, aquel que, en palabras del padre Ángel María, posee una “cultura media”, “sin mucho tiempo ni grandes estudios”. Garibay lleva a la prensa su versión de toda la tragedia griega, así Esquilo, Sófocles y Eurípides llegan a las manos del hombre común, con tal éxito que las ediciones se agotan, aún, con el pesar de los críticos y sabios que, citando nuevamente al padre Ángel María, “o leen los originales o no leen nada”. Garibay, crítico de sí mismo era consciente de sus propias limitaciones como traductor, es difícil la lectura e interpretación de un texto en la lengua original, y más tratar de hacerlo accesible a la gente común.

De sus traducciones las más importantes son la versión de Las once comedias de Aristófanes, en Las nubes, Garibay nos presenta un Sócrates que en ocasiones se expresa como lo haría cualquier mexicano. Sócrates, dirigiéndose al soso Estrepsiades dice: “¡Vete al diablo! ¡Qué tarugo eres! Recurso efectivo sin lugar a duda, cuando la intención era acercar a los clásicos al gran público y no al erudito, Garibay anunciaba, a mediados de 1960, sin vanidad y alabando a sus lectores que, únicamente de las ediciones de los trágicos griegos circulaban cincuenta mil libros. Cabe destacar, sobre su trabajo con los clásicos griegos, su Mitología griega, dioses y héroes (1964) y su Teatro helénico, cinco lecciones de síntesis esquemática, publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1965, obra dirigida al estudiante, en la que, con mucha erudición hace un resumen general de los orígenes, los géneros y los autores del teatro griego, agregando una rica bibliografía sobre la temática.

Las traducciones del padre se inician cuando fue nombrado bibliotecario y aprovecha la tranquilidad del recinto para cultivarse. Entre los libros del seminario encontró algunas reproducciones de códices y textos en lengua náhuatl, así, de manera autodidacta aprende el náhuatl para satisfacer su curiosidad, y para salir de dudas pues, la gran mayoría de críticos veían en los pueblos del México prehispánico a meras tribus sin gran capacidad intelectual. Garibay descubre que, en la documentación náhuatl, se encuentra una fuente inagotable que da luz sobre la existencia de una riqueza literaria y un pensamiento filosófico. Más tarde, en 1959, Garibay comentaba sobre la risa de los críticos, que aún negaban la existencia de un legado literario, de un pensamiento filosófico y una concepción política en el México antiguo.

Cuando era párroco de Otumba, estado de México, da a conocer una selección de poemas nahuas de carácter épico, lírico y religioso a los que agrupó en Poesía indígena de la Altiplanicie. El texto aparece publicado en la “Biblioteca del Estudiante Universitario”, y, siguiendo el plan del padre Garibay, tenía la intención de invitar y promover al estudio de la literatura náhuatl. También de 1940, y con pie de imprenta en Otumba, aparece su Llave del náhuatl, una gramática y vocabulario náhuatl-castellano dirigido a los principiantes en la lengua náhuatl. El texto cumple el cometido original, que era el de promover los estudios sobre la lengua y la cultura náhuatl, de tal modo que, en 1961, cuando aparece la segunda edición, Garibay se congratula al saber que los estudios sobre esta lengua habían cobrado auge en México y en tierras extrañas. En Ángel María Garibay tenemos, un ejemplo a seguir, una vida dedicada al estudio de la cultura universal, una vida que sólo se había visto en el siglo XVII mexicano con Sor Juana.

Artículos relacionados