Pablo Cabañas Díaz
Rosa Lie Johansson, murió en 2004 , fue una pintora sueca amiga de Alma Reed que se estableció en México, y fue integrante del Salón de la Plástica Mexicana. Estudió pintura en su ciudad natal en los años 40 con apoyo del gobierno sueco. En 1952, continuó sus estudios artísticos en la Academia Bellas Artes de Roma, bajo las directrices del pintor y escultor italiano Ferruccio Ferrazzi. Johansson realizó numerosos viajes a lo largo de su vida. En 1951 viajó a Italia donde permaneció hasta finales de 1952. Después se trasladó a Nueva York , se unió entonces al Art Student League, colaborando con Will Barnet, conocido por su trabajo gráfico y participación en murales con José Clemente Orozco.
Permaneció en Nueva York hasta que se trasladó a México, primero vivió en San Miguel de Allende y viajó por los estados de Guanajuato y Michoacán para estudiar la arquitectura y la cultura de México Central. Durante este tiempo, la política económica en México permitió a la gente de negocios de Suecia invertir en México formándose un pequeña comunidad sueca en la Colonia Anzures en la Ciudad de México. Johansson se mudó a Ciudad de México y continuó viajando por México en compañía de su amiga Alma Reed
Durante su carrera, Johansson realizó alrededor de 200 exposiciones en museos y galerías de México, Suecia, Italia, India, Indonesia y Colombia, en ciudades com Delhi, Washington, Nueva York y Bogotá. Las más relevantes fueron la del Museo de Arte Moderno, y el Palacio de Bellas Artes (1958) . Representó a Suecia en la Selected Works of World Art en el Museo de Arte Moderno en el marco de los Juegos Olímpicos de 1968. Su última exposición en vida fue la que denominó “Acuario”, realizada en el Salón de la Plástica Mexicana en 2001.
Gracias al investigador Michael Schuessler se pudo conocer que Rosa Lie Johansson tuvo en un archivero durante 38 años, cincuenta y cuatro cartas de Alma Reed. También se descubrió que guardaba cuarenta telegramas enviados a Reed por Felipe Carrillo Puerto. Schuessler señala la importancia que tiene para nuestra historia las cartas de ambos personajes —remitente y destinatario—, lo cual hace de su lectura algo singular porque de esta manera se puede atestiguar cómo va creciendo su amor, sus sueños, sus ideas progresistas y los planes que tenían para vivir juntos en Villa Aurora, su casa conyugal —aún conservada— en Mérida. Estos documentos ahora forman parte de la colección de fotografías y otros documentos que se conservan en el Museo Nacional de Historia y que de no ser por Schuessler se hubieran perdido.