Pablo Cabañas Díaz
La crisis del coronavirus plantea varios escenarios , el primero es el de su previsibilidad. La aparición de una pandemia devastadora aparece en casi todos los buenos pronóstico, en particular en el informe Global Trends 2025 del Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos publicado en 2008, a veces calificado incorrectamente como un “informe de la CIA”. Pocos podían pensar que la próxima gran catástrofe sería una pandemia. En el 2015, en una charla, el multimillonario Bill Gates avisó que el mundo no estaba preparado para reaccionar a tiempo ante la preparación de un virus peligroso. Y lamentablemente, el COVID-19 le está dando la razón…
Parece difícil pensar que la mayoría de los gobernantes del mundo hoy declaren sorprendidos o pretendan que “nadie podría haber previsto” lo que hoy está sucediendo.
Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿estábamos listos? No. Basta ver, en todo el mundo, la saturación en los servicios de urgencia de los hospitales, la falta de equipos de protección, incluso para los cuidadores, en suma la falta de lo más elemental. En cuanto a si gobernar, es de prever, esta es una bancarrota de los gobernantes a nivel global.
La siguiente pregunta es sobre la duración y el alcance de la crisis económica que dependerá de la intensidad y la duración del confinamiento, que a su vez es la consecuencia de la preparación: sin pruebas para detectar a los enfermos, sin máscara para proteger a los médicos y enfermeras, así que todo el mundo confinado y la actividad económica al mínimo. La crisis económica es el resultado directo de las deficiencias en materia de salud.
La cronología de los acontecimientos también es indicativa de la incompetencia de las autoridades. La aparición de un nuevo coronavirus en China se conoce desde al menos principios de enero. A fines de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo consideró una emergencia de salud de a nivel mundial. La misma organización tardó mucho tiempo en declarar que se trataba de una pandemia, se haría hasta marzo, pero las drásticas medidas de contención adoptadas en China en la provincia de Wuhan sugirieron claramente que estábamos tratando con algo. muy serio y no se le hizo caso. A finales de febrero, la situación ya era dramática y en marzo el mundo es otro.
En México, al igual que en otros países: ¿aprovechamos este período para compensar la falta de equipo de protección, reponer el inventario que requiere una pandemia y a la vez preparar un programa de pruebas masivas? La respuesta es no. Creyendo ser ajeno al peligro, el presidente López Obrador incluso el 18 de marzo recomendaba la ciudadanía que saliera a fondas y restaurantes. La semana siguiente, se decidió el encierro.
El desafío para los próximos meses es no tratar de volver a una situación “normal”, porque es esa normalidad la que está detrás de la crisis actual. Habrá que reconfigurar la economía para dar respuesta a un choque de una magnitud superior a la vivida después de la Segunda Guerra Mundial. El coronavirus ha puesto contra las cuerda a la economía global. A todas luces se ve el futuro cercano asociado al desempleo, la violencia y una crisis sanitaria de dimensiones apocalípticas.