jueves, marzo 28, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Emilio Uranga: filósofo presidencial

Pablo Cabañas Díaz

El filósofo mexicano Emilio Uranga, fue asesor de cuatro presidentes de la República, era un erudito y un intelectual asociado al discurso revolucionario del PRI. En la filosofía de Uranga, el estudioso de su obra José Manuel Cuéllar Moreno sostiene que el vínculo entre el pensamiento de Uranga y la ideología que se proyectó en el sexenio de López Mateos tuvo una fecha relevante el 1 de julio de 1960, cuando el presidente de la República señaló en un discurso en Guaymas, Sonora: “mi gobierno, dentro de la Constitución, es de extrema izquierda”

En 1958, Uranga se distanció de otros intelectuales de su época, la mayoría de ellos sus amigos y colegas, que comenzaban a manifestar la necesidad de construir nuevas agrupaciones políticas o sociales y que pugnaban por una mayor participación social, ya fuera a través de nuevos partidos políticos, organizaciones o grupos intelectuales.

Uranga no encuentra más allá del Estado y del PRI otros actores o grupos que puedan contribuir a la consolidación del proyecto de la Revolución mexicana. Por ello, sostenía que la tarea de los genuinos intelectuales de izquierda, es decir, de los intelectuales comprometidos con las causas populares, era la de fortalecer el Estado revolucionario, no socavarlo.

La primera tarea, de Uranga como asesor fue la de darle coherencia a las ideas aisladas del presidente Adolfo López Mateos para construir a partir de ellas un discurso político articulado. Se dio a la tarea de dar estructura y contenido a la llamada doctrina de Guaymas, es atípica que surgiera en esos años de un presidente y que consiste en que este se declare de extrema izquierda. Hoy pasaría lo mismo si el presidente se proclamara de extrema izquierda, pondríamos el grito en cielo, diríamos ¿qué le pasa?.

La frase sacudió a muchos e indignó a algunos; David Alfaro Siqueiros (quien participó en el primer atentado contra León Trotsky en 1940 y que fue encarcelado en 1960 por el delito de “disolución social”) señaló que el gobierno, en rigor, era de “extrema derecha y fuera de la Constitución”.

A partir de esa idea, Cuéllar Moreno, sostiene que Uranga concibió la Doctrina Guaymas que contextualizaba la afirmación de López Mateos de que la Revolución Mexicana era un proceso social original y enraizado en toda nuestra historia, además, con proyección universal. No olvidar que la primera parte del sexenio de López Mateos se contrastó con la naciente Revolución Cubana: el 1 de enero de 1959 Fidel Castro entra a La Habana y proclama la revolución triunfante.

La Iglesia católica inició una campaña anticomunista; entretanto el gobierno mexicano se rehusó a romper relaciones diplomáticas con Cuba; también se negó en 1962 a votar por la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos.Por elemental contraste, la Revolución Mexicana —tan enaltecida por los gobiernos nacionalistas— se debilitó ante la cubana. Sólo pensar en la palabra revolución y el acuñamiento de “revolucionario” dentro del nombre del PRI, generaba oposición en muchos políticos del primer círculo de López Mateos.

Cuéllar Moreno observa que la declaración del presidente López Mateos, para el filósofo-funcionario Uranga, representa un proyecto de gobierno en espera de realización.

“La postura política de Emilio Uranga [era] —dice Cuéllar— una de las consecuencias prácticas de su abandonada —pero no olvidada— filosofía del mexicano. El compromiso de los mexicanos de la nueva patria era ante todo con la Revolución, y en ese compromiso se les jugaba la existencia”.

Uranga resistió los ataques de la comunidad intelectual; fue confinado por los intelectuales, sobre todo, los académicos. La lección es clara hay que contextualizar la política y el periodo sexenal.

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