Pablo Cabañas Díaz.
Elena Garro sigue siendo recordada como una escritora enigmática. Su obra, entre la que destacan “Memorias de España” 1937, “Los recuerdos del porvenir” o “Un traje rojo para un duelo”, esta última considerada su creación maestra. En 2006, el Archivo General de la Nación dio a conocer la desclasificación de documentos de Garro. En esos archivos se muestra su papel de espía para la Dirección Federal de Seguridad (DFS), hecho que fue negado inmediatamente por Helena Paz Garro, quien fue hija de la escritora y del poeta Octavio Paz cuya muerte ocurrió en 2014. Esos documentos de la DFS siguen siendo polémicos ya que a pocos días antes de la Matanza de Tlatelolco, el 29 de septiembre, Garro narró a que recibió una llamada de amenaza a su casa. Los ánimos estaban muy caldeados y ella temió por su vida. Esa misma tarde saldría de su casa con su hija Helena, dejando a sus perros y gatos y una taza de café sin tomar. Buscarían un lugar donde esconderse, y se acordó de que su nana de la infancia, una mujer española, tenía una casa de huéspedes en la calle de Lisboa, en la colonia Juárez a donde su fueron a vivir madre e hija.
En los años cincuenta y sesenta, Garro tuvo agrias discrepancias con intelectuales mexicanos, a las que se sumaría la controvertida relación de Garro con el Ejecutivo mexicano, en manos del PRI. El último refugio de Elena Garro y su hija antes de decidir emprender su huida al extranjero, fue el Hotel Casa Blanca, donde, según ellas fueron “encerradas” por órdenes de Fernando Gutiérrez Barrios. Solo un año después, en 1969, madre e hija logran iniciar su éxodo con un primer intento fallido a Nueva York. Finalmente, vivirían en España y Francia hasta su regreso a México en 1993.
Hacia 1972 se instalaron en un edificio de la calle de Taine, gracias a la ayuda de una pareja amiga: los Solana. Una sobrina del matrimonio, Carmen Arruza Solana, actual dueña del edificio las recuerda aterradas y fantasiosas: “Estaban paranoicas, decían que las perseguían y vigilaban. Acusaron al portero, de ser espía del gobierno. ¡El hombre tenía 60 años y apenas podía hablar y estar de pie! Estaban muy solas”. Helena estaba muy enferma y la señora Garro fumaba demasiado. “Había mucha angustia de su parte y eso les hacía ver cosas que no eran reales” explica Arruza Solana. De un día para otro se fueron del edificio de Taine, desaparecieron sin despedirse, sin dar las gracias por haber vivido sin pagar renta, sin agradecer el favor recibido. Se fueron a Nueva York y en esa ciudad Helena supo que tenía cáncer. El nombre de Elena Garro aún se ensombrece por el estigma de “traidora” que le impusieron en el movimiento estudiantil de 1968. Con su exilio, su estigma de “traidora”, y el peso de los años su obra se fue al olvido de las letras mexicanas.