Pablo Cabañas Díaz.
En un libro publicado por la historiadora Karen Cordero, titulado : Lobsang Rampa, précurseur du New Age (Lobsang Rampa, precursor de la Nueva Era), precisa que el movimiento New Age (Nueva Era), trataba de “curar espiritualmente” a un Occidente “enfermo”, adoptando un estilo de vida basado en principios místicos orientales. Pocas obras fueron tan influyentes en el New Age como el libro: El tercer ojo, publicado en febrero de 1956. Su autor, se hacía llamar Lobsang Rampa, y vestía al estilo de los lamas tibetanos. El libro fue rechazado por varias editoriales, hasta que llegó con el editor, Fredric J. Warburg, y le explicó que había presentido que su él tenía el karma correcto para publicar su obra. El dictamen fue negativo. El editor propuso a Rampa publicarlo como una obra de ficción, pero éste se negó, confirmando la veracidad de lo escrito.
El académico George Chrysides, en su libro “La Nueva Era” señala el éxito de la obra de Rampa fue la de describir la vida de un niño nacido en Tíbet a principios del siglo XX, educado como lama, prisionero en campos de concentración rusos y japoneses. Ese niño alcanza el clímax de su vida cuando a los ocho años le abren un “tercer ojo”. La escena sobrecoge aún hoy. Un monje coloca la cabeza del niño entre sus rodillas, y el maestro le dice -“esto es muy doloroso”- y otro lama le perfora el centro de la frente con un punzón que le penetra en el hueso de la cara. Después, le meten en el agujero una pequeña cuña de madera “con infinitas precauciones”. Con el tercer ojo ve: “a las personas como son y no como pretenden ellas ser”.
El “tercer ojo”, llegó a lo más íntimo del ser humano, tal y como lo descubrieron los lectores de la veintena de libros que publicó hasta 1980. Sus millones de seguidores pensaban que los monjes tibetanos practicaban amputaciones sin anestesia, con hipnosis, controlando la respiración; son vegetarianos; y sólo montan caballos blancos. Rampa también les enseñó, que hay lamas que practican viajes astrales -se trasladan en espíritu allá donde quieren-, se comunican telepáticamente y ven el futuro.
Un detective privado contratado por un grupo de orientalistas averiguó en enero de 1957 que “El tercer ojo” había sido escrito por Cyril Henry Hoskin (1910-1981), hijo de un plomero de Devon, Inglaterra, que nunca había visitado el Tíbet ni hablado una sola palabra de tibetano. A pesar de que la prensa hizo eco del engaño, ni las ventas, ni las crítica tuvieron efecto alguno. Hoskin se adaptó a su ficticia personalidad. No se presentó más como un lama emigrado a Occidente, sino como un monje que se había apoderado de su cuerpo. Los orientalistas y los lamas auténticos sabían que Lobsang Rampa que su historia era tan falsa como la de “Viviendo con un lama” (1966), libro según Hoskin le dictó telepáticamente su gata siamesa, y su predicción de la tercera guerra mundial, que tenía que haber estallado en 1985. Menos mal que cuatro años antes Hoskin murió en Canadá, adonde había emigrado para pagar menos impuestos que en Inglaterra.