OTRAS INQUISICIONES: El pan prehispánico en México: tradición que sobrevive al tiempo

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Por Pablo Cabañas Díaz

Cuando pensamos en pan en México, la imagen inmediata suele ser la de conchas, bolillos o pan de muerto. Sin embargo, mucho antes de la llegada de los europeos existían técnicas de panificación propias, basadas en maíz, amaranto, cacao y semillas locales. Este pan prehispánico no solo alimentaba el cuerpo, sino que también tenía significados ceremoniales y rituales. Según Alfonso Caso y Alfredo López Austin, el maíz y sus derivados, como el atole, las tortillas y los panes fermentados rudimentarios, formaban parte central de la dieta y de la cosmovisión mesoamericana.

Entre los panes prehispánicos más conocidos destacan el tamal de maíz fermentado, los pastes de amaranto y las tortillas gruesas de maíz nixtamalizado, que podían ser cocidas al comal o al horno de piedra. El amaranto, en particular, se utilizaba tanto en panes dulces como en ofrendas ceremoniales, y su valor simbólico trascendía lo nutritivo: representaba fertilidad y fuerza vital. El cacao, a menudo incorporado en panes rituales, completaba un panorama de sabores y significados que vinculaba alimento y espiritualidad.

Hoy, el pan prehispánico no se limita a la historia: varias panaderías artesanales en México han recuperado estas recetas antiguas, adaptándolas al paladar contemporáneo. En la Ciudad de México, la panadería Amaranta, dirigida por María del Carmen Rojas, ofrece panes de amaranto y cacao inspirados en la tradición prehispánica. En Oaxaca, talleres como Tierra Maya elaboran panes fermentados de maíz criollo, que evocan técnicas ancestrales y utilizan hornos de barro tradicionales.

Estas panaderías no solo buscan vender un producto; buscan reconectar a la sociedad con sus raíces culturales y gastronómicas. Cada pan es un puente entre la historia prehispánica y la modernidad, una forma de preservar sabores y técnicas que de otro modo podrían desaparecer. Comer un pan de amaranto o un tamal fermentado hoy en día es, en cierto sentido, participar en un ritual que ha trascendido siglos.

El pan prehispánico, entonces, es mucho más que un alimento: es memoria, identidad y resistencia cultural. Su presencia en panaderías contemporáneas muestra que la tradición puede reinventarse y seguir siendo relevante, demostrando que México no solo conserva su historia, sino que la saborea en cada bocado.

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