Por Pablo Cabañas Díaz
El movimiento estudiantil que comenzó en julio de 1968 en México fue un catalizador para una rica producción literaria cargada de politización y crítica social. Este periodo turbulento, que culminó en la trágica masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, dejó una huella indeleble en la literatura mexicana. Las obras que surgieron a raíz de estos eventos no solo documentan la protesta callejera y la militancia política izquierdista, sino que también reflejan el impacto emocional y social de aquellos días en estudiantes, maestros e intelectuales, muchos de los cuales enfrentaron el exilio o el encarcelamiento.
Entre los primeros textos que abordan estos hechos destaca “De la Ciudadela a Tlatelolco” (1969) de Edmundo Jardón Arzate. Sin embargo, es a través de obras como “Días de guardar” (1972) de Carlos Monsiváis y “La noche de Tlatelolco” (1971) de Elena Poniatowska que el movimiento del 68 se explora en profundidad. Estos textos, a medio camino entre la crónica y el periodismo, ofrecen una visión íntima y comprometida del contexto social y político del momento.
La literatura del 68 incluye una variedad de géneros, desde ensayos como “México, una democracia utópica” (1978) de Sergio Zermeño hasta novelas que entrelazan la ficción con la realidad histórica, como “Los días y los años” (1970) de Luis González de Alba. Obras como “El gran solitario de palacio” (1971) de René Avilés Fabila y “Con él, conmigo, con nosotros tres” (1971) de María Luisa Mendoza aportan una crítica mordaz al gobierno, mientras que “La plaza” (1971) de Luis Spota ofrece una perspectiva oficial sobre la justicia y la culpabilidad en torno a los sucesos.
Además de novelas, el movimiento ha inspirado poesía y teatro, como el poema “Memorial de Tlatelolco” de Rosario Castellanos y la obra “Octubre terminó hace mucho tiempo” (1969) de Pilar Retes. Estas obras no solo documentan la historia, sino que también fomentan la reflexión sobre la resistencia y la represión.
Este legado literario no solo conserva la memoria de aquellos eventos, sino que también cuestiona y desafía a las generaciones actuales y futuras a no olvidar el precio de la libertad y la importancia de la voz colectiva. La literatura del 68 sigue siendo una fuente de inspiración para quienes buscan entender y transformar su realidad social y política.