jueves, abril 25, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Cuauhtémoc: Visiones de la mexicanidad

Pablo Cabañas Díaz

En un artículo titulado : “Profecías de la mexicanidad: entre el milenarismo nacionalista y la new age”,  Francisco de la Peña nos recuerda que entre las profecías más populares, destacan aquellas vinculadas a la figura de Cuauhtémoc, el último gobernante del imperio mexica. Dos de los personajes más importantes en el seno de la mexicanidad, Eulalia Guzmán y Rodolfo Nieva que vinculan el retorno de Cuauhtémoc con el renacimiento de la cultura autóctona.

 

Eulalia Guzmán, arqueóloga y controvertida investigadora, está en el origen de la polémica suscitada por el descubrimiento de los restos que se atribuyen a Cuauhtémoc en 1949, en el pueblo de Ichcateopan, Guerrero. En esta polémica, uno de los argumentos que sirvieron a Guzmán para sostener la autenticidad de sus hallazgos fue la tradición oral de Ichcateopan que, según ella, se remontaba a la época prehispánica. Una de estas tradiciones, que explica la aparición de los restos de Cuauhtémoc, habla de la existencia de diez cartas vivas, es decir, de diez generaciones de celosos guardianes del secreto sobre la tumba de Cuauhtémoc, depositarios de la verdadera historia sobre la vida y la muerte de este personaje, y que son sus descendientes.

 

Salvador Rodríguez Juárez, nos dice De la Peña fue quien dio a conocer el lugar en el que se encontraban enterrados los restos de Cuauhtémoc, era considerado por Guzmán y por los mexicanistas como el descendiente directo del último tlatoani azteca, y la ultima “carta viva” que había preservado el secreto sobre Cuauhtémoc y que le habían transmitido sus ancestros. a antropóloga zacatecana Eulalia Guzmán Barrón y su ayudante el también antropólogo guerrerense Anselmo Marino Flores descubrieron los restos del ultimo emperador de México Tenochtitlan la tarde del 26 de septiembre de 1949 en el interior de la iglesia de Ixcateopan.

 

Señala la narrativa de inicios de los años cincuenta del siglo pasado que el descubrimiento de los restos de Cuauhtémoc se remontaba muy atrás; la familia Salvador Rodríguez Juárez era depositaria de una serie de documentos en los cuales se probaba que luego de su ahorcamiento en Izancanac, indios chontales secretamente habían trasladado los restos de Cuauhtémoc, al lugar de su nacimiento que era Ixcateopan y se sepultaron bajo los escombros del mayor templo indígena de la localidad, arrasado por los españoles. En este lugar se construyó la primera iglesia católica y se decidió guardar en ella estos restos.

 

 

Según Rodríguez Juárez, la legendaria historia de su familia, digna de una novela, remontaba a la época de la conquista, y tenia su origen en una esposa de Hernán Cortés, Catalina Juárez, y un príncipe chontal -pariente de Cuauhtémoc-, que Cortés tomó por esclavo y envió a Cuba para que sirviera a su esposa. A la caída de Tenochtitlan, Cortés hizo venir a su esposa a México y descubrió que estaba embarazada. Poco después, Cortés asesinó a su esposa, pero el padre del niño huyó con éste a su tierra de origen, el señorío chontal de Zompancuauhtin, en el actual estado de Guerrero. Dicho niño, llamado Juan, daría inicio a la genealogía de los Juárez y a la tradición secreta sobre la historia de Cuauhtémoc, que sus descendientes preservaran hasta el siglo XX.

 

Según la historia “oficial”, cuando Cortés salió rumbo a las Hibueras (Honduras) para combatir la sublevación de uno de sus subalternos, llevaba consigo al tlatoani Cuauhtémoc. Acusándolo de una conspiración contra él, Cortés había ordenado la muerte de Cuauhtémoc, en un lugar situado en el actual estado de Tabasco. Sin embargo, según la historia de la familia Juárez, los restos de Cuauhtémoc habían sido trasladados en secreto hasta su lugar de nacimiento, en Ichcateopan, por algunos de sus más fieles servidores.

 

El confesor de Cuauhtémoc, fray Juan de Tecto, había sido asesinado por Cortés por no haber accedido a revelarle lo que habló con el tlatoani azteca antes de su muerte. Fray Toribio de Benavente, conocido como Motolinia, fue nombrado por los franciscanos para investigar la suerte de Juan de Tecto, y sus pesquisas lo llevaron a Ichcateopan y a los restos de Cuauhtémoc. En 1529, Motolonia había inhumado los restos del héroe azteca para darles “cristiana sepultura”, grabando una placa en cobre y erigiendo una iglesia sobre el sepulcro, la actual iglesia de Santa María de la Asunción de Ichcateopan.

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