Pablo Cabañas Díaz
En los últimos años, cientos de expertos en salud han escrito libros, libros blancos y artículos de opinión advirtiendo sobre la posibilidad. Bill Gates le ha estado diciendo a cualquiera que escuche, incluidos los 18 millones de espectadores de su TED Talk la existencia de una futura pandemia. El Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud se enfrentó a lo que podría suceder si un nuevo coronavirus barriera el mundo. Y luego uno lo hizo. Los escenarios hipotéticos se hicieron realidad. ¿Y ahora qué sigue?
Al iniciar este año, pocos sabían que el Coronavirus existía. Hoy, el virus se ha extendido a casi todos los países, se han derrumbado las economías, los sistemas de salud se van quedando pequeños frente al desafío. Se han llenado hospitales y se han vaciado los espacios públicos estamos ante un hecho inédito. Se ha separado a las personas de sus lugares de trabajo y sus amigos. Vivimos alterados en una escala nunca vista en una pandemia en los últimos 50 años. Pronto, casi todos conocerán a alguien que ha sido infectado. Al igual que en la Segunda Guerra Mundial o los ataques del 11 de septiembre, esta pandemia ya se ha impuso en la psique de los habitantes del planeta.
La revista Journal of Health Services, acaba de convocar a un encuentro que tuvo como propósito compartir información y conocimientos con un objetivo común: resolver la enorme crisis social creada por la pandemia del Coronavirus. De la reunión se extrajeron varias conclusiones que detallo a continuación. La primera y más importante es que la expansión de la pandemia era predecible y así se había alertado.
En primer lugar, se repasaron varios estudios realizados durante los últimos años (el último en 2018) que habían predicho que tal pandemia ocurriría, habiéndose alertado que el mundo no estaba preparado para ello a no ser que se tomaran medidas urgentes para paliar sus efectos negativos.
La evidencia científica, ampliamente publicada en revistas académicas, había puesto de manifiesto el enorme impacto negativo que tales políticas han tenido en la disponibilidad y calidad de los servicios sanitarios y sociales. Otros estudios han mostrado también el impacto de las reformas laborales, que han deteriorado la calidad de vida de amplios sectores de las clases populares. El caso más conocido es la reducción de la esperanza de vida en amplios sectores de la clase trabajadora de Estados Unidos, resultado del incremento de las enfermedades conocidas como “diseases of despair”, también llamadas enfermedades de la desesperación, tales como suicidios, alcoholismo, drogadicción y violencia interpersonal.
Desde hace años, se viene dejando sin protección a amplios sectores de la población y debilitando el sistema de protección social, pieza clave en la respuesta a la pandemia. Los enormes déficits de camas, de médicos y enfermeras, de mascarillas, de ventiladores y un largo etcétera se han hecho patentes en Italia, en España, y Estados Unidos
Ni que decir tiene que la pandemia es un fenómeno mundial que requiere una respuesta a esa escala. Otra observación de los expertos fue que se requería una colaboración entre los Estados, de manera que estos compartieran recursos y conocimientos para, en base a un proyecto común, desarrollar organismos internacionales que prioricen el bienestar de las poblaciones sobre cualquier otro objetivo.
Es un error intentar resolver la gran escasez de material de protección, para los profesionales del sector sanitario exclusivamente a través de la compra de esos productos en el mercado internacional. La realidad es que nos encontramos ante una escasez internacional debido a su gran demanda, escasez que precisamente beneficia a sus productores, que aumentan los precios, aprovechándose de una situación excepcional.