Pablo Cabañas Díaz
La expresión comida chatarra hace referencia a aquellos alimentos que no tienen valor nutricional, es decir que contienen poca cantidad de nutrientes, y alto contenido en sal, grasas y azúcares. La comida chatarra es la forma en que la industria alimentaria modela la producción, distribución y publicidad de los alimentos y bebidas, modifica los hábitos alimentarios hacia un sobreconsumo de productos de alta densidad energética y aditivos sustitutos, que responde a los estilos de vida actual a costa de empobrecer la calidad en la alimentación.
En las últimos 30 años, el patrón consumo de alimentos cambió por las innovaciones tecnológicas que permitieron incorporar instrumentos para facilitar y agilizar la preparación de los alimentos, de su empaque, del transporte, almacenamiento y conservación que prolonga su permanencia en tiendas y anaqueles de los hogares.
Los alimentos chatarra en su mayoría, lograron una aceptación casi inmediata entre los consumidores, lo que modificó rápidamente el patrón oferta-demanda de alimentos tradicional. Esto último no implicó estrictamente una mayor diversificación de los productos ni una mejor calidad de los mismos, más bien, la adopción de nuevos insumos, hábitos, formas de presentación y abastecimiento mediante otros canales mejor organiza dos de distribución que respondieron a los cambios en los estilos de vida propios de la ciudad. Con ello se impone la presencia de productos que no presentan complicaciones de preparación, lo que modifica el entorno cultural del consumidor, que emerge de las ciudades, presiona a la conformación de una oferta homogénea fomentada por la industria alimentaria, que requiere de nuevas competencias tecnológicas entre las empresas y desdibuja la heterogeneidad alimentaria característica de la diversidad entre las culturas.
Los estratos de ingreso alto y bajo enfrentan una oferta alimentaria basada en productos chatarra, los primeros pueden incorporar a su dieta una mayor cantidad, de mejor calidad y precios elevados, mientras que los segundos muchas veces no sólo sacrifican la cantidad sino también la calidad de los alimentos consumidos. De igual forma, en estratos de bajos ingresos se observan estos padecimientos, además de desnutrición asociados a dietas deficientes, caracterizadas por el exceso de alimentos ricos en grasas, azúcares refinados y pobres en fibras, el aumento de alimentos y bebidas, de bajo costo, alta densidad energética y mala calidad que sustituyen a la dieta tradicional basada en granos, cereales y leguminosas y agua.
