Por Pablo Cabañas Díaz
El color no es solo una cuestión estética, es memoria, identidad y cultura; en México, el color ha sido siempre una forma de resistencia y expresión. Reivindicar el color es reivindicar la historia de un pueblo que, desde sus raíces indígenas hasta la modernidad, ha sabido transformar flores, tierras y semillas en pigmentos que trascienden fronteras. Entre ellos, tres destacan por su fuerza simbólica y su proyección internacional: el rosa mexicano, el azul maya y el rojo achiote, cada uno con una historia que refleja creatividad, ritualidad y permanencia cultural.
El rosa mexicano surge de la observación de la naturaleza y de la indumentaria tradicional de los pueblos indígenas, inspirado en la flor de buganvilia. Sin embargo, su reconocimiento global se consolidó en la década de 1940 gracias a Ramón Valdiosera, diseñador y artista que viajó por Veracruz, Oaxaca y Chiapas recopilando trajes y colores tradicionales para adaptarlos a la moda contemporánea. En 1949, en el Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York, sus vestidos deslumbraron por la intensidad de los tonos rosados, y la crítica, maravillada, bautizó la tonalidad como “Rosa Mexicano”. Desde entonces, este color forma parte del catálogo Pantone y de la memoria visual de la moda internacional, llevando consigo un pedazo de la tradición mexicana.
El azul maya, por su parte, es un pigmento de fijación extraordinaria que combina el índigo con la arcilla atapulgita. Utilizado desde el siglo VIII en murales, códices, cerámica y esculturas, su presencia se extiende más allá de Yucatán, llegando a El Tajín, Cacaxtla y el Templo Mayor. Su valor no es solo estético: investigaciones modernas sugieren que estaba ligado a rituales en honor a Chaac, dios de la lluvia, convirtiendo el azul en un puente entre lo espiritual y lo visual. Su estudio contemporáneo lo bautizó oficialmente como azul maya, consolidando su reconocimiento internacional.
El rojo achiote, extraído de las semillas de Bixa orellana, era un pigmento indispensable para los aztecas y mayas, usado en ceremonias, textiles y decoraciones corporales. Su uso gastronómico persiste hasta hoy, tiñendo quesos, platillos tradicionales y productos lácteos, mientras que antiguamente incluso sirvió como moneda.
Estos tres colores no son solo pigmentos: son símbolos de creatividad, resistencia y proyección cultural. Reconocidos por el sistema Pantone, el rosa mexicano, el azul maya y el rojo achiote muestran que la aportación de México al mundo no se limita a inventos o descubrimientos, sino que también se encuentra en su vibrante paleta visual, en la memoria de sus pueblos y en la manera en que su cultura se integra en la estética global.
