OTRAS INQUISICIONES: Armando Pavón Reyes: la sombra que marcó una era

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Pablo Cabañas Díaz

A cuatro décadas de los hechos que estremecieron la relación bilateral entre México y Estados Unidos, el nombre de Armando Pavón Reyes vuelve a surgir como un espejismo en la historia reciente: un recordatorio de cómo la guerra contra las drogas edificó sus propios mitos, héroes y villanos a conveniencia. Desde la perspectiva distante de 2025, su muerte —ocurrida hace ya varios años— adquiere una textura casi cinematográfica, como uno de esos episodios que las revistas de época reconstruyen para comprender lo que fuimos.

Pavón Reyes, ex comandante de la Policía Judicial Federal, murió en  2007 silencio, en su casa de Cuernavaca, víctima de un infarto que cerró abruptamente una vida marcada por el escándalo. A él se le atribuyó, desde 1985, participación en el secuestro y asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena, un caso que redefinió la cooperación —y la desconfianza— entre ambos países. Para Washington, Pavón fue durante décadas un símbolo del Estado mexicano coludido; para su familia, un hombre cuya vida quedó fracturada por la inercia política de un expediente sin fin.

En su momento, su hermano Avelino aseguró que la verdadera sentencia había caído en el Reclusorio Norte, donde Pavón enfermó mientras enfrentaba un nuevo intento de extradición. Absuelto en México del delito de cohecho —lo acusaban de haber recibido 60 millones de pesos para facilitar la fuga de Rafael Caro Quintero en el aeropuerto de Guadalajara—, volvió a la vida pública con una determinación inesperada: demandar a Estados Unidos por 100 millones de dólares para limpiar su nombre.

En la memoria de quienes siguieron su caso, queda aquella conferencia improvisada donde, con la voz endurecida por los años, anunció que no permitiría que se le recordara como un traidor. Sin embargo, su nombre siguió apareciendo en la página de la DEA incluso después de su liberación, señalado como integrante de una organización criminal que movía cargamentos de mariguana y cocaína desde Centro y Sudamérica. “Extremadamente peligroso”, advertía el sitio, como si el peso de las acusaciones no pudiera ser desmontado ni siquiera por los fallos judiciales.

Hoy, con la distancia de 2025, la figura de Pavón Reyes forma parte de esa constelación de personajes atrapados entre la ley, la política y las narrativas de la guerra antidrogas. Su caso ayuda a entender una época en la que los expedientes se escribían tanto en los tribunales como en los titulares. Pavón murió buscando una última absolución que nunca llegó del todo. Su historia —más que la de un hombre— es la de un país que aún intenta descifrar dónde termina la verdad y dónde comienza la leyenda.

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