Pablo Cabañas Díaz.
Ernesto Zedillo llegó a la presidencia de la República, en condiciones extremas, marcadas por la insurrección indígena en Chiapas y el asesinato del candidato priísta Luis Donaldo Colosio, unos meses antes. En medio de este ambiente, Zedillo heredó un país sumido en una situación de creciente inestabilidad. A la insurrección zapatista, el nuevo presidente tenía que enfrentarse a una crisis económica sin precedentes. Apenas tuvo tiempo de tomar respiro a su llegada al despacho presidencial. Tan sólo 20 días después de la toma de posesión del gobierno de Zedillo, en diciembre de 1994, le estalló una «bomba» económica que provocó múltiples heridas en el maltrecho país, con la devaluación del peso frente al dólar y el vencimiento de una deuda a corto plazo de 28 mil millones de dólares.
Ante este panorama, tan complejo, al presidente Zedillo no le gustaba hablar con la prensa. Siempre buscó mantenerse alejado de los reflectores y únicamente aparecía en coyunturas importantes y en actos de gobierno que estaban totalmente controlados. Zedillo no se sentía a gusto con estar enfrentando preguntas de la prensa. De esa tarea se ocuparía el coordinador de Comunicación Social, el primero de ellos fue Carlos Salomón quien tenía como responsabilidad hablar en nombre de su jefe, y organizar las conferencias de prensa del mandatario. Salomón estuvo poco tiempo al frente de esa responsabilidad. En esa área hubo cuatro responsables en ese sexenio: Carlos Salomón, Carlos Almada, Fernando Lerdo de Tejada y Marco Provencio, éste último ejerció una vocería en el sentido estricto.
En esos años, el internet apenas comenzaba a popularizarse en México y la televisión era el medio con mayor audiencia. Por el escritorio de la Presidencia de la República, pasaban cada uno de los discursos del presidente, la estrategia para garantizar cobertura de prensa, la elaborar y distribución de boletines y el seguimiento de las notas del hecho al día siguiente. El poder total de la comunicación la tenía el vocero.
El primer incidente lo tuvo Salomón, era el 10 de agosto de 1995, Zedillo ofrecía su tercera conferencia de prensa masiva de su sexenio. Algo inesperado sucedió aquella fecha. El lugar: Hotel Divisadero de Barranca del Cobre en Chihuahua. El reportero David Romero Ceyde del periódico Ovaciones, le preguntó al presidente sobre los rumores de un posible “golpe de Estado”. Zedillo no se inmutó. Endureció el rostro y respondió tajante: “no hay que hacer caso a rumores”. Ceyde fue despedido al día siguiente.
El incidente con el reportero Romero Ceyde, quien falleció en 2006 cuando trabajaba para el periódico La Crónica de Hoy, muestra el nivel de intolerancia que se vivía con los medios de comunicación. Pero también el nivel de problemas que había en ese momento. El PRD, incluso llegó a demandar la renuncia de Zedillo y propuso formar un gobierno de “salvación nacional”. Zedillo, resistió durante todo el año de 1995, había intensos rumores de un golpe de Estado para deponerlo. Ello explica que en esa época es cuando comienzan a proliferar en las páginas editoriales, las columnas redactadas desde la presidencia, y que los empresarios, y políticos decidan incursionar con su opinión sobre acciones del gobierno con las que presentaban su apoyo, sus desavenencias o sus discordancias.