Pablo Cabañas Díaz
Desde diciembre de 2019, quien era considerado el “cerebro” del gabinete de Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray Caso vive el ocaso de su influencia. Manejó la campaña de José Antonio Meade y las relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos de manera simultánea. También impuso a los integrantes del “cuarto de guerra” de Meade como fue el caso de Alejandra Sota, ex vocera del gobierno de Felipe Calderón y a la actual diputada federal Alejandra Lagune. En el desarrollo de la elección el ex secretario de Relaciones Exteriores tuvo fuertes roces con un personaje que hoy vive momentos muy difíciles: Alejandro Quintero.
Habían pasado dos meses del inicio de la campaña y Meade en los sondeos se encontraba en el tercer lugar. Justo en ese momento se dio un error que tuvo consecuencia funestas para el PRI: el pedido de Enrique Peña Nieto a los candidatos para que recordarles que en sus discursos hicieran mención de las “reformas estructurales”. Meade cumplió la instrucción y fue abucheado por una multitud congregada en el estadio Akron en Guadalajara, Jalisco. El candidato del PRI llegó como invitado de honor de Jorge Vergara, dueño de la Chivas Rayadas del Guadalajara y al momento de justificar el elevado precio de la gasolina decenas de personas le chiflaron y gritaron “¡fuera, fuera!”.
Horas después y sin importarle el resultado, Peña Nieto ante algunos gobernadores del PRI les cuestionó por hablar de seguridad, corrupción y pelear contra Morena y no hacer ni la menor mención a las “reformas estructurales”. Peña Nieto estaba en otro mundo y hasta el final de su mandato creyó que el no haber explicado bien las reformas le generó una evaluación mala de su gestión.
Para tratar de arreglar el caos que era la campaña presidencial del PRI, el entonces presidente le dio la instrucción a Quintero de incorporarse de lleno al “cuarto de guerra” de Meade. La prepotencia de Quintero choca con la Videgaray quien era el promotor de Alejandra Sota, en ese tiempo la “estratega” de la campaña. Quintero se creía el autor de la marca “Peña Nieto” y buscó recortar en sus primeros días algunas funciones del equipo de Aurelio Nuño, limitar las atribuciones de Eruviel Ávila, y de plano recomendó sacar de la campaña a José Murat además, que buscó llevar a un segundo plano a la consultora Gisela Rubach, ligada a Televisa y quien estaba con Meade por insistencia del propio Nuño. Ese clima de confrontación, llevó a fuertes discusiones al interior de la cúpula de la campaña de Meade. Quintero salió mal con Videgaray, Nuño, Enrique Ochoa Reza, Vanessa Rubio y Sota.
Al final se impuso “el método de Videgaray” que era darles dinero a políticos y funcionarios; les ordenaba que lo movieran a través de triangulaciones, y luego los denunciaba o los exhibía. Peña Nieto aplicó esa estrategia en contra de Ricardo Anaya al igual que se utilizó contra Josefina Vázquez Mota: darle dinero y luego reventarlos.
Quintero, siempre vió al joven Emilio como un “junior” de ahí la animadversión entre ambos. Cuando The Wall Street Journal reveló que Televisa tenía una “contabilidad paralela” y expuso a la televisora ante la autoridad reguladora de EU, se sabía que era Quintero quien estaba presente. En abril de 2016, Quintero se convirtió en el publicista de e Peña Nieto y un mes después fue el autor intelectual de una denuncia anónima ante la Comisión de Valores y Cambios de Estados Unidos. Aprovechando que estaba contratado por la Presidencia Quintero cometió esa venganza.
La serie del populismo tuvo un elevado costó 100 millones de pesos y daban 100 mas para difundirla. Las televisoras no se prestaron a la guerra sucia. López Obrador señaló a otras personalidades de ser los autores intelectuales de la serie, como a Carlos Salinas de Gortari; Claudio X. González, y Roberto Hernández, presidente honorario del Consejo de Administración de Banamex. “Carlos Salinas, el jefe de jefes, Claudio X. González, Roberto Hernández (…); ellos están financiando toda esta guerra sucia . Quintero era una especie de guía de Peña Nieto, con quien incluso jugaba al ajedrez. Su error fue creer que el máximo puntaje al que podía llegar López Obrador eran los 30 puntos fue su más grave error que hoy le va a costar en el mejor de los casos el exilio y una severa merma económica .