viernes, julio 5, 2024

OTRAS INQUISICIONES: “Acapulco”: Traición y poder

Pablo Cabañas Díaz
En 1978, Ricardo Garibay (1923–1999), el periódico  Excélsior en el que colaboraba, le encargó realizar un reportaje sobre Acapulco. En el libro  “Acapulco”, Garibay, escribe de la élite internacional que vivía en el Puerto, de las historias de matones y de la violencia en la Costa Chica, pero sobre todo, habla del poder. Del poder del entonces gobernador Rubén Figueroa Figueroa, quien entre 1975 y 1981  dirigió los destinos de ese estado. “Acapulco”, es una crónica en respuesta al desafío que le plantó el cacique y gobernador de Guerrero entre 1975 y 1981. Garibay encarna al periodista de la vieja escuela,  su libro “Acapulco”, es honesto y desgarrador. Pero traiciona a su promotor y mecenas. “–Permíteme ser tu anfitrión – le dice Rubén Figueroa, con ceños y sonrisas. Durante  cuatro meses, Garibay fue financiado en su trabajo y en sus parrandas por el gobernador.
 Garabay describe así al gobernador: “Rubén lleva dos horas en el agua, son las ocho a.m. Es nadador notable, y cuando viene al Puerto trata cosas públicas mientras flota sin dificultad, moviéndose apenas. A la orilla de la alberca funcionarios y guardias de seguridad, fuentes colmadas de frutas, vajillas de lindo barro jarras de café serrano excelente. El gran vientre del político parece un globo peludo en el que se mece la cabeza de Rubén, de cuando los pies y las rodillas se asoman por allá, debajo del globo, como adherencias móviles, minúsculas…. Ya no te quito tiempo, mi querido Garibay. Vete a trabajar sabiendo que estás en tierra y casa de amigos –y se vuelve a ver el efecto de sus palabras: aprobaciones, sonrisas, ademanes de despedidas, alguien inicia unas alabanzas de las que más me gustan– Aquí Rogelio me hará el favor de hablar contigo…
–Sí señor gobernador. Yo me encargaré personalmente.
–Gracias Rubén. De veras gracias.
–Pero… -¿vas a decir la verdad?
–La voy a decir.
–¿Toda…?
–Toda.
–¿Y si tienes que chingar a tu amigo? –y se señala. Grandes risotadas. Una especie de colectivo eructo, de júbilos, temores y descaros.
–¿Eh? A ver…
–Con la verdad no espero chingar a mis amigos.”
Tras este libro, publicado por la editorial Grijalbo, Garibay ya no regresó a nunca más Guerrero. Le habían advertido que sus días estaban contados. Solo el apoyo del entonces presidente José López Portillo le pudo salvar la vida.

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