martes, julio 1, 2025

OTRAS INQUISICIONES

Pablo Cabañas Díaz
Segunda parte : La familia rota: los De la Guardia

En el barrio de Miramar, detrás de una reja oxidada, vive uno de los pocos testigos vivos de aquel ajuste de cuentas revolucionario: Patricio de la Guardia, general retirado, hermano mellizo de Tony. Fue sentenciado a 30 años de prisión, pero sobrevivió. A diferencia del resto de su familia, no se exilió. Vive, dicen los vecinos, como un fantasma: sale poco, no habla del pasado, no responde a entrevistas. “Todo lo que tiene que decir ya fue enterrado con su hermano”, murmura un viejo combatiente.

La familia De la Guardia fue durante años parte del círculo interno de la Revolución. Tony había fundado las Tropas Especiales, había sido embajador secreto del castrismo. Su unidad de Moneda Convertible era el corazón oscuro del régimen, encargada de violentar el embargo estadounidense mediante operaciones encubiertas, acuerdos secretos y comercio clandestino.

Tras el juicio, la familia se dispersó. Una hermana, médico, vive en Nueva Jersey. Un sobrino desertó en un vuelo a España. El exilio se convirtió en la única alternativa al silencio. A cada uno lo alcanzó el peso del apellido como una maldición.

¿Quién traicionó a quién? La pregunta persiste en la diáspora cubana como una herida mal cerrada. Para muchos, Fidel Castro no les perdonó saber demasiado. Para otros, fue una advertencia interna: los hombres fuertes de la seguridad del Estado ya no eran confiables.

En cada relato del juicio queda la impresión de una gran obra montada: actores uniformados, confesiones coreografiadas, justicia en horario estelar. No fue una limpieza moral; fue una purga preventiva.

En 1989, Cuba estaba a punto de perderlo todo. La URSS se desmoronaba, el bloque socialista daba sus últimos estertores, y Fidel Castro lo sabía. En ese contexto, el juicio a Ochoa y los suyos fue más que un proceso judicial: fue un ajuste estratégico, un mensaje cifrado hacia dentro y hacia fuera del régimen.

Ochoa representaba algo peligroso: autonomía. En África, había tenido margen de acción militar sin supervisión directa del Comité Central. Era popular entre los oficiales. Sabía demasiado sobre las finanzas paralelas del castrismo, sobre la implicación de altos mandos cubanos con redes internacionales de tráfico. Era, en términos de poder real, una figura paralela a Raúl Castro.

Fidel, hábil lector del momento geopolítico, necesitaba eliminar cualquier foco de poder alterno. El juicio fue la puesta en escena del nuevo orden disciplinario: no se permitirían héroes con vuelo propio. La lealtad sería medida no por el pasado, sino por la sumisión absoluta al liderazgo.

Internacionalmente, el régimen intentó mostrar limpieza. Se deslizó la narrativa de que la Revolución combatía la corrupción, que los castigos eran ejemplares. Pero los organismos internacionales —como el Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias— declararon el juicio como ilegal, sin garantías, sin derecho real a la defensa.

La Habana no retrocedió. El control era prioridad. La historia oficial sepultó a Ochoa, a Tony, a los otros. Sin embargo, en los barrios humildes se siguió murmurando su nombre. “8A” se convirtió en un eco de la otra revolución, la que ya no cabía en la disciplina vertical del Partido.

  El juicio de 1989 fue el ensayo general de lo que vendría: la etapa de las lealtades ciegas, de las purgas sin regreso, de los amaneceres sin justicia.


Destaca Claudia Sheinbaum reducción del 25% en el homicidio doloso con el fortalecimiento de la Guardia Nacional

La Guardia Nacional nació para proteger con humanidad, legalidad, honestidad y valentía a su patria, “La nueva etapa de la Guardia Nacional tiene como premisa la protección del pueblo de México”, destacó. Resaltó que la Estrategia Nacional de Seguridad funciona y dará cada día mayores resultados. Precisó que la Guardia Nacional está integrada a la Defensa, con su propia comandancia, oficiales y formación

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