Pablo Cabañas Díaz.
El escritor Martín Luis Guzmán, autor de los libros: “La sombra del Caudillo” y “El águila y la serpiente”, desde su cargo como responsable de la Comisión Nacional de los Libros de Texto, fue testigo mudo de los acontecimientos de 1968. Dos años después se le reconocería su gesto de abstenerse de decir cualquier cosa al otorgársele una senaduría que habría de ocupar de 1970 a 1976. El silencio cómplice -ya fuera obligado o por convicción- de Guzmán contrastó con la participación de otros en apoyo abierto a Gustavo Díaz Ordaz.
Salvador Novo, quien en 1965 fue nombrado Cronista de la Ciudad de México y que en 1967 ganó el Premio Nacional de Literatura, a través de sus columnas semanales en la revista Hoy y en El Heraldo de México externó su opinión a favor del presidente en el sentido de que los estudiantes estaban siendo manipulados por intereses y fuerzas oscuras. Son “instrumento ciego de consignas oscuras”. En su discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura, señaló: “Prometo continuar mis trabajos con ferviente anhelo, para así sumarme a las tareas de un país que ve en usted, señor presidente, al guía que infatigablemente realiza, en todos los campos de la vida nacional, los sueños redentores de la Revolución”.
Entre el servilismo de Novo y el “no pasa nada” de Guzmán pasó el año de 1968. En septiembre, Guzmán se paró en la puerta de un Sanborns, que había en la calle de Niza, en la Zona Rosa —son varias personas las que le vienen a decirle que están matando a los estudiantes, y él se limita a repetir : “toda ha mejorado no lo destruyamos”.
En el periódico El Día su director, Enrique Ramírez y Ramírez, y varios de sus colaboradores que se habían formado en el cardenismo y el lombardismo de las décadas de 1930 y 1940 pertenecían a una izquierda que no consideró necesario solidarizarse con la protesta estudiantil. En 1968, Ramírez y Ramírez se mantuvo dentro de la disciplina priísta a la que el partido apelaba con gran eficacia en momentos de crisis. Esta circunstancia generó una división interna en la redacción y algunos jóvenes periodistas y colaboradores hicieron una protesta pública en la que se deslindaron de la actitud del director y renunciaron.
Algunas revistas, quizá por su baja circulación permitieron la realización de un periodismo más abierto al momento que se vivía. Entre las publicaciones con mayor pluralidad estaba Sucesos, de Gustavo Alatriste. La revista Siempre y su suplemento La Cultura en México, que realizó un análisis profundo de los hechos. Un caso excepcional, tanto por su radicalismo como por la gran aceptación que tuvo entre los jóvenes, fue la revista ¿Por Qué? Su nacimiento coincidió con la efervescencia del movimiento estudiantil y surgió por la iniciativa del polémico periodista yucateco Mario Renato Menéndez —director de la revista Sucesos—, quien tuvo que dimitir por un conflicto con Alatriste. Esa revista fue, por lo menos en apariencia y a juzgar por los contenidos de los números relacionados con la crisis estudiantil, una de las publicaciones más cercanas al movimiento.
Dotada de un furibundo estilo contestatario, propio del discurso de la izquierda radical ¿Por Qué? impone algunas interrogantes. Como primera impresión, el tono escandaloso de su denuncia. ¿Por Qué? fue de los pocos medios que salió a las calles a reportear los acontecimientos del movimiento estudiantil y dio con el caso del joven de apellido De la O, quien había muerto en los enfrentamientos con los granaderos. Este caso hizo que creciera su interés en seguir el asunto ya que Gobernación, el Gobierno Federal y la policía capitalina, negaban que se hubiera existido.
En 1968, Martín Luis Guzmán se olvidó de las garras de los caudillos revolucionarios. Su excusa para no apoyar a los estudiantes se maquilló de valores republicanos. Se decía seguidor de los valores liberales del juarismo, los cuales se contraponían a los preceptos del comunismo. Situado en el cómodo asiento del funcionario cooptado por el Estado se disfrazó de crítico —a través de su revista— y justificó el autoritarismo y la violencia que en su literatura había cuestionado. La escritora Tanya Huntington precisa que al haber publicado en la revista Tiempo de la que era el dueño la versión oficial sobre el movimiento estudiantil de 1968 e incluso haber sido senador, empañó la percepción de su obra.“Su posición política impactó a una generación de autores que serían muy importantes y que no sabían bien qué hacer con este escritor que admiraban, por un lado, la manera que había escrito en los años 20 y 30; no obstante, no podían perdonar el hecho de que se haya vuelto oficialista hacia el final de su vida”.