Luis Alberto García / Moscú, Rusia
* Defendió la memoria y el legado del revolucionario.
* Hija de un oficial de caballería, prefirió la militancia.
* Cultivó cultura e inteligencia en un grupo de estudios.
* Difundir el marxismo la llevó presa a Siberia
* Sobrevivió a su esposo 25 años, al morir en 1939.
* Falleció al cumplir setenta años y hubo luto nacional.
Periodistas, politólogos y científicos sociales han prestado poca atención a la participación de las mujeres en la Revolución de 1917, acaso tal vez a figuras tan relevantes como Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya, quien sobrevivió a Vladímir Ilich Uliánov -Lenin- su marido, defendiendo su memoria y herencia hasta después de su muerte.
Nacida en San Petersburgo procedente de una familia cercana a la corte imperial, fue hija de un oficial de caballería, después marxista comprometida, reconocida por su inteligencia y cultura, quien durante sus estudios en el Gimnasio Femhija se incorporó a diferentes grupos de estudio.
Posteriormente, distribuyendo propaganda marxista como parte de sus tareas, que sin duda incomodaban al gobierno de Nicolás II, conocería a Vladímir Ilich, quien la impresionó por sus ideas, hasta que decidió unirse a él en 1896, acompañándolo a Siberia ambos en su condición de presos políticos, acusados de distribuir propaganda marxista.
Lenin y Nadezhda Krúpskaya se casaron poco después de su llegada a Siberia –presos por separado, en diferentes cárceles- manteniéndose como un matrimonio formal para, después de su puesta en libertad, participar en la fundación y publicación del que sería el histórico diario revolucionario Chispa (Iskra en ruso).
Participó combativa y activamente en el movimiento revolucionario bolchevique y fue miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) desde 1898, permaneciendo toda su vida como una figura central, dedicada por entero a consolidar el sistema educativo público nacional, luego de doctorarse en Ciencias Pedagógicas.
En su biografía de Krúpskaya (Editorial Progreso, Moscú, 1979), Clara Mashtakova y Ludmila Kusnetskaya recogen testimonios contenidos en archivos y documentos que refieren aspectos relevantes de la vida multifacética de la compañera de lucha más próxima a Lenin, perfilando su personalidad incandescente como maestra, oradora y escritora.
En abril de 1917, cuando los bolcheviques iniciaban el control real de la política, Nadezhda comenzó a trabajar con Anatoli Lunacharski, comisario del Pueblo para la Educación, responsable de la lucha contra el analfabetismo, desempeñándose como viceministra de Educación durante más de diez años.
Krúpskaya inspiró la fundación del Komsomol, el movimiento de niños y jóvenes, los pioneros, y en sus memorias, que tituló Reminiscencias de Lenin, escribió sobre los detalles de la vida con el líder revolucionario que, con otros personajes, cambió la historia de Rusia al derrocar al zarismo y lo que representaba.
Conseguida la victoria sobre el gobierno zarista que se había empezado a desmoronar desde meses antes de octubre de ese año, Nadezhda regresó a Rusia, trabajó en el secretariado y en la oficina de prensa y propaganda de Comité Central de Partido Obrero Socialista entre obreras y estudiantes en el periódico Verdad (Pravda en ruso).
Sus actividades y acciones son incontables en los años siguientes, consagrados a la lucha revolucionaria junto con Lenin, porque al parecer ahí residía la felicidad de ambos: “Nunca podría amar a una mujer con la que discrepara por sus convicciones y no hubiese sido una camarada en el trabajo”, escribió el autor de la obra más vasta que se conozca de intelectual ruso alguno.
Hasta el fin de la vida de Krúpskaya, su nombre, su obra y su trabajo atrajeron la atención en numerosos países del mundo, luego de que se difundieran las obras que escribió sobre pedagogía y su quehacer en la construcción de un sistema educativo en cientos de poblaciones de la Unión Soviética.
Thomas Barr, periodista enviado a Moscú por el Pittsburg Press, publicó el 30 de febrero de 1934 una descripción sobre su despacho: pequeño, cómodo, modesto, desde el cual trabajaba y atendía a quien calificó como la “First Lady” de Rusia, no obstante que su esposo la había dejado viuda desde enero de 1924, diez años atrás.
Con un primer derrame cerebral ocurrido en 1922 que lo afectó aún más en el año siguiente y hasta su muerte el 21 de enero de 1924, el ritmo de trabajo de Lenin disminuyó sustancialmente, con mejoras aparentes que solamente eran eso, apariencia, hasta que llegó el momento de quedarse sin Lenin, pero sobre el camino de Lenin: el 10 de marzo Ilich perdió el habla.
Aunque recobró fuerzas y marcharon a Gorki, Nadezhda luchaba abnegadamente por animar la existencia de su esposo, sin dejar de atender asuntos concernientes al Comisariado de Instrucción que encabezaba, escribiendo el informe llamado Liquidación del analfabetismo y educación política, que el 5 de mayo de 1923 decretaba el fin de ese fenómeno oprobioso en Rusia, herencia de los años de sometimiento a las autocracias que gobernaron desde el siglo XIV.
Los últimos días de Nadezhda Konstantínova Krúpskaya tuvieron el mismo ritmo de trabajo, y en la víspera de cumplir su septuagésimo aniversario, fue invitada a dar el discurso inaugural de una conferencia científica fijada para ese día que, contra sus deseos, sería celebrado jubilosamente en toda la nación.
Sin embargo, al día siguiente, 27 de febrero de 1939, pasados los festejos en su honor, tuvo un desvanecimiento, perdió la lucidez y murió esa noche de un ataque de peritonitis aguda, con el consabido luto nacional que se expresaría así en Pravda:
“La muerte de la camarada Nadezhda K. Krúpskaya, que consagró su vida a la causa del comunismo constituye una gran pérdida para el Partido Comunista de la Unión Soviética, para los trabajadores intelectuales, los obreros y los campesinos, que sabrán honrar para siempre la memoria de alguien que, con Vladímir Ilich Uliánov, siempre será recordada por su herencia imperecedera”.