Por Lizbeth Woolf
CIUDAD DE MÉXICO.- Una mirada que infunde seguridad, un sombrero de copa negro, una pajarita y un esmoquin a juego completan el retrato perfecto de Marlène Dietrich en la mítica película Marruecos (1930). Como ella, decenas de artistas se disfrazaron, jugando con los códigos masculinos y femeninos, borrando por completo y para bien las fronteras del género. La moda es el ejemplo más claro de este proceso. El traje se ha inmiscuido con los años en el vestidor de la mujer, al igual que los pantalones, símbolo de liberación y emancipación femenina absoluta.
Pero ¿qué fue de las mujeres que decidieron adoptar una identidad masculina por necesidad o sencillamente por su naturaleza profunda en épocas tan limitadas para nosotras? Aunque miles de ellas seguramente vivieran en silencio este desacuerdo natural entre cuerpo y mente, generador de una grave crisis de identidad, algunas optaron por enfrentar las críticas y vivir pese a los prejuicios, arriesgando su vida. Estas mujeres no eligieron ser hombres, lo fueron desde siempre. Y su caso se distingue claramente de las que lo hicieron por elección.
Otras mujeres tomaron la decisión de disfrazarse ocasionalmente o adoptar una identidad masculina por conveniencia o principios. Se alistaron, participaron en guerras por razones diversas, como el amor apasionado por un hombre que tenía que luchar en el frente, pasaron pruebas médicas con dificultad, intentando ocultar de todas las maneras posibles un cuerpo que aún era el blanco de prohibiciones.
Porque lo que motivó más que nada a alguna de estas mujeres fue la injusticia. La injusticia de no poder acceder a los lugares cerrados al sexo considerado débil, como la universidad. Espacios de aprendizaje pero también de ocio que no parecían predispuestos, según la opinión mayoritaria de la época, a señoritas. Forzaron, afrontaron, se rebelaron. Y fue gracias a su valentía que otras mujeres pudieron a su vez luchar por sus derechos.
En la actualidad, pese a que algunos prejuicios sigan contaminando la sociedad, las mujeres no se enfrentan a tantos obstáculos y pueden (no en todos los países, lamentablemente) ser libres de comportarse y de ser quienes son. Pero precisamente por ello, conviene recordar a algunas de las que tuvieron o eligieron hacerse pasar por hombre, hasta su muerte.
La escritora francesa del siglo XIX, nacida como Amantine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant, adopta el nombre de Georges Sand en 1829 a la vez que empieza a vestirse como un hombre. Aunque confesó que a su llegada a París había apostado por un look masculino porque era más barato, la autora siguió disfrazándose ocasionalmente para penetrar en lugares prohibidos a las mujeres.
Dorothy Lawrence
La famosa historia de “la única mujer soldado inglesa” ha sobrepasado las fronteras del Reino Unido. La joven periodista Dorothy, de 19 años, se hizo pasar por Denis Smith para participar en la Primera Guerra Mundial ya que no podía conseguir acreditación como reportera de guerra. En aquelle época, las mujeres aún no podían ingresar el Ejército. Consiguió un uniforme, se puso un corsé para aplanar sus pechos y se cortó el pelo para pasar desapercibida pero su género acabó por ser descubierto, creando la estupefacción
Kathrine Switzer
En 1967, la atleta que tenía entonces 20 años intentó participar en la legendaria maratón de Boston. Las mujeres no podían oficialmente participar por lo que Kathrine se hizo pasar por K.V. para inscribirse. Casi diez años fueron necesarios para que personas de cualquier género pudieran participar.
Hatshepsut
La reina faraón (una de las pocas mujeres que consiguió el título en el Antiguo Egipto) era hija de Tutmés y Amhose. Tras la muerte de su esposo, también hermanastro, se hizo con el poder y empezó a plasmar una imagen masculina, adoptando una barba postiza y deshaciéndose de los vestidos tradicionales para conseguir el respeto.
Loreta Janeta Velázquez
Esta mujer cubana adoptó una identidad masculina para participar en la Confederación durante la Guerra Civil. Se alistó en la Armada sin avisar a su marido, también soldado. Su sexo fue descubierto pero siguió participando en conflictos, hasta convertirse en espía, cambiando regularlmente de sexo.
Hannah Snell
Nacida en 1723 en Inglaterra, esta mujer adoptó la personalidad de su cuñado James Gray tras ser abandonada por su marido. Inició una búsqueda de su esposo, James Summs, y al final decidió unirse a la Marina. Solo en 1750 desveló su verdadera identidad.
Margaret Ann Bulkley
Margaret, una joven inglesa de apenas 20 años, pasó a la historia por adoptar la identidad de James Barry con el objetivo de estudiar medicina en la Universidad de Edinburgo. En aquella época, las mujeres no podían acceder a estudios superiores. La científica, que luchó por los derechos sociales toda su vida, inspiró el misterio hasta el final.
Rena Kanokogi
La apasionada de judo sufrió innumerables comentarios y prejuicios en los años 50 por practicar este deporte considerado masculino. Decidió por ello competir en los Juegos Olímpicos de 1959 como… hombre. Pese a haber ganado una medalla, quedó evidentemente descalificada tras la revelación de su sexo y se mudó a Japón para abrir una escuela de judo para niñas.
Sarah Emma Edmonds
Esta canadiense viajó a Estados Unidos y se alistó en el Ejército para participar en la Guerra Civil. Vivió durante todo este tiempo con la identidad de Franklin Thompson. Tras abandonar y finalmente regresar al Ejército (donde también ejercía labores de espía), decidió revelar su verdadera identidad. Lo hizo a través del libro The Female Spy of the Union Army publicado en 1864.
Isabelle Eberhardt
Esta exploradora suiza vivió gran parte de su vida en el Norte de África. Para favorecer su integración y conocer más a fondo la cultura, decidió disfrazarse de hombre y hacerse llamar Si Mahmoud Essadi. Falleció con tan solo 27 años.
Amelia Robles Ávila
Amelia, joven mexicana en Xochipala en 1889, participó en la Revolución mexicana. Tras mostrar interés por actividades consideradas masculinas, combatió como el coronel Robles. Más que una elección, esta mujer se sentía naturalmente hombre. Llegó a ser considerada la primera persona transgénero reconocida de forma institucional en su país.
En la historia del cine mexicano, tenemos varios ejemplos de mujeres que asumen roles masculinos, Silvia Pinal, Tere Velásquez, María Elena Marqués, Irma Lozano, Lucha Villa entre otras. O bien, Ana Martín, en la telenovela Gabriel y Gabriela.
El 21 de febrero de 1983 Jacobo Zabludovsky abrió su noticiero con una angustia: aquella noche el periodista no iba a poder dormir a causa de una mujer. Señaló directamente a ‘Gabriela’, pero también pudo ser la actriz Ana Martín o la escritora Yolanda Vargas Dulché. Las tres fueron partícipes en uno de los finales de telenovelas más controversiales de la televisión mexicana.
Zabludovsky se refería a la telenovela Gabriel y Gabriela basada en la historieta de Vargas Dulché que publicó en la revista Lágrimas, risas y amor entre 1968 y 1969.
La trama de la novela gráfica como la televisiva no cambiaba mucho: una joven y nada femenina pescadora Gabriela’ (interpretada por Martín) queda perdidamente enamorada de un atractivo aristócrata ‘Carlos Iturbide’ (Jorge Rivero) y decide cambiar por él, quien también ha quedado cautivado por ella y deciden casarse, pero una desgracia en la familia de él los separa.
Ella, con el corazón roto, decide empezar otra vida como marinero y disfrazarse de hombre. Ha nacido ‘Gabriel’ y bajo esta versión vuelve a enamorarse, ahora de ‘Fernando del Valle’ (Juan Ferrara). Tras varias confusiones —entre ellas un intento de homicidio—, ella le confiesa su verdadera identidad y sí, también le propone matrimonio.
Pero ‘Gabriela’ no ha olvidado a ‘Carlos’, quien ha reaparecido para recuperarla. Y ‘Fernando’ se ha dado cuenta del amor que aún existe entre ambos. Y ella comienza a dudar sobre a quién ama verdaderamente. Hasta aquí, Vargas Dulché, quien también fue la guionista de la telenovela, dejó todo igual a su original.
Con un final conocido gracias a la historieta (‘Gabriela’ y ‘Carlos’ tienen su final feliz a costa del dolor de ‘Fernando’), en la pantalla eso no ocurrió: la cámara enfoca a la protagonista entrando a la iglesia para casarse, pero nunca se ve quién es el novio, si ha decidido darle una nueva oportunidad a ‘Carlos’ o intentará encontrar la felicidad con ‘Fernando’. Ella solo dice “acepto”. Fin. ¿Quién fue el elegido?
“No voy a poder dormir esta noche, me quedé con las ganas de saber con quién se casó ‘Gabriela'”, dijo Zabludovsky minutos después hace 42 años. “El amor me llegará, algún día en cualquier lugar” cantaba hacia el final Martín mientras pasaban los créditos sumiendo a todos los televidentes en un inexplicable misterio.
Ruptura de paradigmas
Yolanda Vargas Dulché, conocida como la reina de las historietas, fue una narradora y dramaturga quen logró que sus protagonistas rompieran el paradigma de mujer sumisa y lucharan por conseguir sus ideales.
Pero con Gabriel y Gabriela y su final abierto la escritora también impuso otra forma de contar las telenovelas. “Fue una locura… fueron tres meses de estar encerrada en México o en el país donde la estuvieran pasando”, recordó Ana Martín en el programa Hoy, pues cada vez que salía a la calle, la hostigaban para saber de quién era la mano del hombre que sostenía al final.
¿Qué hizo que la reina de las historietas cambiara el final? El ego.
Vargas Dulché era muy celosa de su trabajo y supervisaba cada detalle, incluso en algunas telenovelas que adaptó participó de extra y Gabriel y Gabriela no fue la excepción, contó Martín en el pódcast La Cueva de Álvaro. Por eso tomó una polémica decisión cuando le dijeron que la telenovela no estaba teniendo buena recepción.
“Doña Yolanda me invitó a comer y me dijo ‘no estamos bien, no nos está viendo nadie; dile a Carlos Téllez (el director) que voy a cambiar el final de la telenovela para que vean cuál es mi rating (…), el final cuando lo pasen, se van a acordar de mí y de ti, pero tú vete a divertir, porque vas a ver lo que se va a armar”, le habría dicho la autora.
La actriz quedó perpleja ante esas palabras pues, además, debía transmitir la orden. “Nos mandó un libreto a Téllez y otro a mí, empiezo a leerlo y… ¿eh, con quién se casó?”. Además agregó un mensaje: “así se termina Gabriel y Gabriela, no pueden cambiar una frase, un movimiento. Yolanda Vargas Dulché”.
La confusión de la protagonista contagió a Zabludovsky y a Manuel el Loco Valdés que le telefoneó para preguntarle quién había sido el elegido. Memo Ochoa hizo una investigación especial para develar el misterio, y “el señor (Emilio) Azcárraga nos mandó a llamar porque su mamá lo paró de una junta, nos mandó a llamar a Téllez y a mí por el final ‘¿qué pasó anoche?’, fue una locura”.
Han pasado los años y el misterio se mantiene, gracias a la pluma de Yolanda Vargas Dulché.
Gabriel y Gabriela es una novela gráfica escrita por Yolanda Vargas Dulché y publicada dentro de la historieta Lágrimas, Risas y Amor entre los años 1968 y 1969. Tuvo un aproximado de 67 capítulos y sería una de las historias más recordadas de la revista.
Historia de dos amores: uno que terminó en desgracia, y otro que acaba con un final feliz.
Dos historias en una sola: El primero de Gabriela y Renato. Gabriela es hija de un pescador por todos bien respetado y Renato un hombre que ejercía el mismo oficio.
Un día Gabriela y Renato se conocen, y a Gabriela le llega a caer tan bien al muchacho que días después ambos ya se habían hecho novios.
No obstante, Nicandro, un pescador de pésimo temperamento, hace todo lo posible por que Gabriela le hiciese caso, mas sus intentos por llamar su atención fracasan. Al enterarse de que la chica de sus sueños estaba de novia con Renato, buscó la forma de borrar del mapa a éste, pero fracasa en su intento, pues tras haberse batido a duelo con el joven pescador la primera vez, Nicandro pierde y huye del pueblo por miedo a ser llamado perdedor o cobarde.
Renato por fin se casa con Gabriela y viven felices, mas la felicidad pronto acabaría para aquella joven pareja. Unos años más tarde, Nicandro regresa al pueblo con el fin de vengarse de Renato, el hombre con el que se había batido a duelo por el amor de Gabriela y terminase perdiendo. Se encuentra con Gabriela, a quien termina chantajeandola, pues a cambio de encontrarse con él todos los días, él le daría las perlas de su collar que tenía en sus manos. Gabriela nunca le confesó a su amado Renato sobre todo esto. Y en una noche de tormenta, Nicandro va hacia la casa donde vive Gabriela e intenta abusar de ella, pero fracasa en su intento, pues Renato llega a la casa y al ver a su antiguo rival, se bate a duelo con él, y esta vez la bala perdida cae en la ya sufrida Gabriela. Sabiendo que su esposa ya estaba a punto de morir, y lejos de impedir que eso pasase, Renato lleva el cuerpo de su amada al bote que alguna vez compraron para ir a pescar, y ambos se pierden en el abismo.
Más tarde don Benito, el padre de Renato, recibe un pedazo de aquél bote con que su hijo huyó y murió con él.
El amor de aquélla pareja tuvo fruto: Gabriela Marván, la que complementa la segunda parte de esta historia y el segundo amor que el mismo narra.
Gabriela Marván es una joven chica que crece a lado de su abuelo don Benito Marván, quien fuera el padre de Renato. No obstante, la gente del pueblo criticaba mucho a la niña, pues ésta había crecido teniendo mentalidad de hombre. E incluso hasta se vestía como tal. Y un día conoce a un tipo llamado Carlos Iturbide, de quien más tarde acabaría enamorándose, tanto así que hasta consigue vestirse y comportarse como lo que era realmente: una mujer.
No obstante, había un problema: Resulta que Carlos estaba comprometido desde hace un tiempo con otra mujer. Y cuando corrió la noticia de su presunto compromiso con ella en los periódicos, Gabriela se sintió destrozada moral y emocionalmente. Se fue de la casa de su abuelo para embarcarse en una aventura, pero esta vez disfrazado como hombre.
Y en medio de ese viaje conoce a Fernando del Valle, de quien se gana su confianza y termina siendo su consejero. No obstante, conforme pasaba el tiempo, se dio cuenta de que se estaría enamorando de Fernando. Y un día se presenta delante de él como Gabriela, hermano gemelo de su consejero. Y al poco tiempo, el tipo termina recurriendo a su consejero para que éste arregle un próximo encuentro con su “hermana”.
Conforme pasaba el tiempo, Fernando termina enamorándose de Gabriela, y ella también. Quizás demasiado. Y un día, ella le revela su verdadera identidad. Le hace ver a Fernando que “Gabriel y Gabriela son la misma persona”. Y aquí comienza un vertedero de secretos guardados entre ella y él. Mientras ella ya le había contado sobre el por qué de esas dos identidades, Fernando le contaría que era heredero de una cuantiosa fortuna por parte de un pariente suyo. No obstante, había una condición: Para que él pueda heredar esos millones, él tenía que gastar una cantidad fijada por su ya difunta pariente en un plazo no mayor a un año. Lo que explicaría el por qué de los gastos tan exorbitados que hacía, los viajes lujosos que hacía, antes de conocer a Gabriela. Ya había pasado ese plazo y fue notificado de que ya había gastado la cantidad acordada, lo que lo hacía acreedor de la fortuna de su pariente. En un principio la noticia no le sentaba muy bien a Gabriela, pues ya antes había tenido una desilusión con alguien que precisamente era adinerado, y temía que pasara lo mismo con Fernando. Mas esa inseguridad pronto acabaría, pues cada vez se fue convenciendo de que Fernando de verdad sí la quería.
La pareja regresaría al pueblo donde antes viviera Gabriela, con el fin de que ésta se reencontrase con su abuelo don Benito. Y éste al ver a Fernando, no le sienta demasiada confianza. “Si no fuera millonario me gustaría como yerno, pero ¡cuatro millones! Tanto dinero da asco”. No obstante, sabiendo de que su nieta era feliz a lado de aquel sujeto, no se opone a aquella relación.
Hasta aquí todo bien, salvo por un inconveniente menos esperado: Carlos Iturbide regresaría al pueblo, y esta vez con el fin de reencontrarse con Gabriela y conquistarla de nuevo. Y en una ocasión, los dos rivales se reencuentran en una cantina y se baten a golpes.
Llega la hora del casorio, y cuando Gabriela piensa que la han plantado por segunda vez ante el altar, se presenta Carlos y le pide que se case con él. Como respuesta, ella lo abraza; entonces aparece Fernando, que dice: “Aquí estoy Gabriela… mi deseo era tu felicidad, y el señor Iturbide sabrá dártela”. Tras decir esto, se da vuelta para marcharse. Gabriela intenta retenerlo, pero Carlos se lo impide: “¡Es un hombre muy noble, Gabriela… no intentes detenerlo”.
Relanzamientos
Gabriel y Gabriela, lanzado en la 2da edición de Lágrimas, Risas y Amor a partir del número 68, entre los años 2003 y 2004.
Gabriel y Gabriela, relanzada en la 2da edición de Clásicos de Lágrimas, a partir del número 12, en el año 2009.
Gabriel y Gabriela es una telenovela mexicana producida por Patricia Lozano y dirigida por Carlos Téllez para Televisa en 1982, basada en la exitosa historieta de Yolanda Vargas Dulché publicada en la exitosa revista Lágrimas, risas y amor.
Es protagonizada por Ana Martín interpretando un triple papel (una madre, una hija, y el hombre por el que se hace pasar la segunda), Jorge Rivero y Juan Ferrara; con las participaciones antagónicas de Jorge Humberto Robles, Beatriz Sheridan, Liliana Abud y Nadia Haro Oliva. Con las participaciones especiales de José Alonso, Jorge Martínez de Hoyos y Rafael Baledón.
La versión en telenovela de 1982, aunque tuvo el final feliz esperado, no se especificó con quién llegó a casarse Gabriela a final de cuentas. La autora decidió sostener la ambigüedad característica de la historia y, en un insólito final, nunca quedó claro con cuál de los dos galanes se quedó la heroína, dejando a los espectadores hacer sus propias especulaciones.
AM.MX/fm