CIUDAD DE MÉXICO / SemMéxico.- En un mundo donde la ciencia aún enfrenta barreras de género, dos mujeres: Patricia Dolores Dávila Aranda y María del Coro Arizmendi Arriaga, demuestran que es posible brillar como científicas y madres.
En entrevista, estas destacadas biólogas comparten los retos que enfrentaron para seguir su pasión por la ciencia, los obstáculos del machismo y su compromiso para inspirar a las nuevas generaciones de niñas a soñar en grande.
Patricia Dolores Dávila Aranda, secretaria de Desarrollo Industrial y doctora por la Universidad Estatal de Iowa, recuerda con claridad el primer gran obstáculo en su camino: su propio hogar.
“Mi padre, de la vieja guardia, decía que había carreras para mujeres, y biología no era una de ellas”, relata. Fue su madre, una mujer progresista, quien logró convencerlo para que Patricia continuara sus estudios.
El machismo no terminó en casa. Al regresar de su doctorado, se enfrentó a un entorno laboral dominado por hombres. “Llegar como mujer joven con un doctorado del extranjero no les hacía gracia. Hubo momentos complejos”, admite.
Sin embargo, su amor por la ciencia y su tenacidad la llevaron a superar esas barreras. Hoy, como referente en su campo, envía un mensaje claro a las niñas: “No hay obstáculo que una mujer no pueda superar. La ciencia es maravillosa, llena de retos y preguntas. Si la amas, sí se puede”.
Patricia destaca que, aunque el camino no siempre es fácil, las mujeres tienen la capacidad de abrirse paso. “A veces, el único impedimento somos nosotras mismas”, reflexiona, animando a las jóvenes a confiar en sus habilidades y a no temer los entornos desafiantes.
María del Coro Arizmendi: equilibrando ciencia y maternidad
María del Coro Arizmendi Arriaga, directora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala y doctora en Ecología, ha dedicado su vida al estudio de los colibríes y su interacción con el medio ambiente. Aunque celebra que en su área las mujeres son mayoría, reconoce que el machismo persiste en el ámbito académico. Pero para ella, el mayor desafío ha sido combinar su carrera con la maternidad.
“Por naturaleza, las mujeres tenemos un rol más apegado a los hijos, y compaginar eso con lo profesional es lo más complicado”, confiesa.
Afortunadamente, contó con el apoyo de colegas y jefes que le brindaron flexibilidad para cumplir con sus responsabilidades laborales y maternas. “Me daban permisos, y así podía equilibrar ambos mundos”, agrega.
María, apasionada por los colibríes, encuentra en la ciencia una fuente de asombro y curiosidad. “Estudiar organismos que sobreviven a tantas adversidades es fascinante”, dice. A las niñas que sueñan con ser científicas, les asegura: “Si quieren, lo van a lograr. La ciencia es responder preguntas, es un mundo de maravillas”.
Inspirando a las nuevas generaciones
Ambas científicas coinciden en la importancia de motivar a las niñas a explorar la ciencia sin miedo. Patricia y María no solo han roto barreras en un entorno históricamente masculino, sino que han demostrado que la maternidad y la vocación científica no son incompatibles. Con su ejemplo, siembran la semilla de la curiosidad en las nuevas generaciones, recordándoles que el mundo de la ciencia está lleno de posibilidades para quienes se atreven a soñar.
En un México donde el machismo aún persiste, estas mujeres son un faro de esperanza. Su mensaje resuena con fuerza: la ciencia no tiene género, y con pasión y perseverancia, cualquier niña puede convertirse en la científica que cambiará el mundo.
AM.MX/fm