martes, diciembre 3, 2024

Mérida, historias en cada esquina

Adrián García Aguirre / Mérida, Yucatán

* Creció desde el siglo XVI con encantos propios.
* La tradición y la modernidad saben convivir.
* Conserva fachadas llenas de historia y hoteles boutique.
* Sabores intensos y canciones de la trova yucateca.
* El Paseo de Montejo y los millonarios de la Casta Divina.
* De la catedral a los murales de Fernando Castro Pacheco.

“La capital de Yucatán, mi ciudad, tiene algo que no se puede encontrar en todo México, porque atraviesa el corazón con sus sabores mayas, su arquitectura colonial y sus tiendas, restaurantes y hoteles escondidos dentro de casonas afrancesadas que reflejan los distintos capítulos de su historia”, dice Carlos Rosado Triay.
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Dedicado por tradición familiar al tejido de hamacas y sombreros, don Carlos, a sus 72 años, está seguro de que en Mérida dan ganas de pasar el rato sin límite de tiempo, paseando por la “Ciudad Blanca” —unos dicen que fue llamada así por su luz y el color de sus construcciones, y otros porque había una marcada discriminación hacia los indígenas mayas— o caminando por una ciudad que se extiende poco a poco.

Fue fundada en 1542 por Francisco de Montejo quien, impresionado por los sitios arqueológicos cercanos, le puso el nombre de la ciudad española de Mérida con sus igualmente impresionantes vestigios romanos.

“Todavía hoy, Mérida es el mejor punto de partida para hacer excursiones de un día a casi una docena de los sitios arqueológicos más importantes de México”, se ufana don Carlos Rosado, para quien Mérida tiene secretos en cada esquina, historias que buscan salir a la menor provocación.

Hay que empezar por los sitios clásicos: el Paseo de Montejo, la avenida más famosa de Mérida con sus hermosas mansiones de fines del siglo XIX y principios del XX, pertenecientes en su mayoría a la “Casta Divina”, como se conoció a los terratenientes henequeneros, los millonarios favoritos del porfiriato.

Esas mansiones hoy se han transformado en galerías, boutiques, restaurantes y cafés que incitan a pasear por el lado oeste, donde pueden admirarse las espléndidas Casas Gemelas, el Museo Regional de Yucatán o Palacio Cantón, la Casa-Museo Montes Molina y el Monumento a la Patria.

El paseo continúa rumbo al centro, hasta la Plaza Principal donde se alza a un costado la Casa de Montejo, convertida ahora museo, seguida a pocos pasos por la catedral dedicada a San Ildefonso, la más antigua del continente, construida entre 1561 y 1598 con piedras de los antiguos templos mayas.

La magnífica arquitectura del centro incluye estilos de diferentes épocas, incluyendo barroco y neoclásico con toques de influencia francesa, y justo en la contra esquina está el Palacio de Gobierno construido originalmente en el siglo XVI como fortaleza militar, hasta que en 1892 se convirtió en sede gubernamental.

Obra notable es que, en sus paredes, hay 27 murales del inmenso muralista Fernando Castro Pacheco, que cuentan la historia de Yucatán, que se enmarca en la guerra de castas de 1847 y otros episodios que forjaron una identidad y un destino.
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Comer en Mérida es una experiencia irrepetible, y en los restaurantes, todos bien ubicados en el centro de la ciudad tienen un menú vasto y delicioso, al que no le falta ningún antojito.

La parada gastronómica por excelencia es La Chaya Maya, que tiene desde panuchos y salbutes, mole negro y hasta un brazo de mestiza, porque ahí hay de todo; pero se requiere llegar temprano o tener paciencia porque generalmente hay que esperar un buen rato para conseguir mesa.

En la ciudad también hay mucho que comprar, y los viajeros encuentran en la ciudad sobre todo en el centro y en el mercado central, decenas de opciones para llevarse una guayabera, una hamaca o un sombrero de recuerdo.

¿Qué hacer para matar el hambre? Desayunar en Te Extraño, Extraño con la propuesta de los chefs Joaquín Cardoso y Sofía Cortina: “Mérida es fiel a su estilo: platillos frescos y contemporáneos en los que los protagonistas son los ingredientes locales y de temporada”, dice el capitán Federico Novelo.

Luego, a comer en Néctar Food and Wine de Roberto Solís, cuyo restaurante se especializa en fusionar ingredientes y especias con clásicos internacionales y luego irse a disfrutar un helado o una malteada en Dulcería y Sorbetería Colón, un sitio clásico para refrescarse del calor de la ciudad.

Resulta imperdonable no beber xtabentún en La Negrita, uno de esos lugares que han visto pasar a generaciones de personajes desde que abrió sus puertas en 1917, cuando gobernó el estado el general Salvador Alvarado y que ha sabido renovarse.

Aquí se pasa la tarde entre brindis con cervezas León y bebidas artesanales, cocteles, mezcal, botanas yucatecas y música peninsular, y algo importante: hay que llevar suficiente dinero en efectivo porque no aceptan tarjetas de crédito.

Hay que visitar la Fundación de Artistas, organización que apoya y promueve la creación artística proveniente de la península y comprar algo en la casa Le La T’ho. Como se lamó el lugar donde se fundó Mérida, que reúne moda, diseño, perfumería y arte, al igual que una barra de café y el restaurante Guillermina.

Hay que ir entre diciembre y febrero la temperatura es agradable y las lluvias escasas, y en marzo y abril el calor aumenta y los árboles florecen.

Mérida recibe vuelos directos de varios destinos en México y Estados Unidos: el viaje en avión desde la Ciudad de México es de una hora y 45 minutos; pero si el plan es explorar más de la península de Yucatán, vale la pena rentar un coche.

El nombre de Yucatán viene del maya Uh yu ka t’aan que significa “escucha cómo hablan”. Se dice que el nombre viene de una confusión lingüística, a raíz de las preguntas constantes que hacían los conquistadores españoles cuando llegaron a estas tierras.

 

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