Muchos Chilangos somos bien sedentarios, ansiosos y golosos, campeones en obesidad y en las enfermedades relacionadas con esta: la hipertensión, la Diabetes Mellitus y algún tipo de Cáncer.
Desde antes de la pandemia del Covid 19, la Diabetes se posicionó como la principal causa de muerte en la CDMX. A nivel internacional, nuestro país ocupa el sexto lugar en el Mundo en prevalencia de esta enfermedad.
De acuerdo con datos de la Universidad de Yale, México es el primer consumidor de refrescos en el mundo con un promedio de 163 litros por persona al año, que significa 40 por ciento más que Estados Unidos, que, a su vez, ocupa el segundo lugar con 118 litros.
El deporte nacional de la cuna a la tumba…beber refrescos en México, es el resultado de un conjunto de procesos sobre todo económicos (no hay agua), políticos (el agua se la concesionan a las refresqueras) y culturales (el “chesco” es “la chispa de tu vida”) que han creado una fuerte dependencia a estas bebidas.
Se ha comprobado que siete de cada 10 niños en comunidades rurales, como uso y costumbre, desayunan con refresco; entre 1999 y 2006 se triplicó el consumo de bebidas azucaradas entre los adultos mexicanos, y justamente este sector de la población que los consume de manera ocasional son 15 por ciento más propensos a padecer obesidad.
Y así no queremos estar gordos y enfermos…
En la Ciudad de México, según el Instituto Nacional de Salud Pública, hay 2.2 millones de personas con Diabetes; además, el 17 por ciento de la población en esta capital es pre-diabética con un escenario en el que más del 70 por ciento de los habitantes tiene sobre peso u obesidad.
¿Y cuántos saben que están enfermos?
Cada cabeza es un mundo, cada organismo es diferente, la enfermedad, después de diagnosticada, requiere de un tratamiento individualizado, lo cual representa un gasto enorme para el sistema de salud local y nacional.
¿Qué hacemos para remediar tanta desgracia?
A partir del primero de enero del 2022, se cobra el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) por consumo de refrescos y cigarros y que llega al 7.36%, más del doble que en 2021, el aumento a la tasa fue de 3.33 por ciento.
Pero ya somos bien adictos a los refrescos, podemos gastar hasta el 10% de nuestros ingresos por familia en (como diría mi abuela Cuca) “pagar por envenenarnos”.
El alto consumo de refrescos trae consigo mayores costos al presupuesto público para tratamiento de enfermedades asociadas, la lista es larga: Diabetes tipo 2, derrames cerebrales, gota, asma, cánceres, artritis reumatoide, enfermedades arteriales coronarias y óseas, problemas dentales y de conducta, trastornos psicológicos, envejecimiento prematuro, adicción, etcétera.
La afectación social también es enorme porque se presenta en menor productividad laboral, gastos importantes para la población y pérdida de la calidad de vida.
Además de los costos ambientales, como apropiación del agua por embotelladoras de refrescos, falta de agua para uso personal y cultivo local, intensa extracción del agua del subsuelo y afectación del manto freático, además de la producción de inmensas masas de PET (tereftalato de polietileno) .
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