Los riesgos invisibles de la fauna en la ciudad: dependencia, accidentes y desequilibrio

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El crecimiento urbano en regiones como la Riviera Maya ha provocado un fenómeno cada vez más evidente: la presencia constante de fauna silvestre dentro de zonas residenciales. Lo que para muchos habitantes puede parecer una convivencia armónica entre naturaleza y desarrollo urbano, en realidad representa un problema de seguridad y equilibrio ecológico.

Expertos advierten que los animales silvestres no están preparados para sobrevivir en entornos urbanos. Al verse obligados a adaptarse, enfrentan amenazas como atropellamientos, ataques de mascotas y pérdida de sus hábitos naturales. Además, su cercanía con las personas puede derivar en incidentes y riesgos sanitarios.

Las leyes ambientales, como la Ley General de Vida Silvestre, prohíben alimentar o mantener contacto directo con animales silvestres, precisamente para evitar su dependencia del ser humano. Sin embargo, en diversas ciudades de Quintana Roo se han identificado prácticas que rompen esta norma, alentadas por la buena intención de los vecinos que buscan ayudarles.

Uno de los ejemplos más claros se encuentra en Playacar, donde recientemente se han documentado rejas perimetrales vandalizadas que han permitido el ingreso de venados y otras especies a zonas urbanizadas. Este hecho, sumado a la costumbre de algunos residentes de colocarles agua o alimento, ha favorecido que los animales permanezcan en espacios donde el tránsito vehicular y la actividad humana representan un peligro constante.

En entrevistas y publicaciones locales, vecinos han confirmado que en temporadas de calor o sequía suelen dejarles recipientes con agua o ramas de árboles. Aunque el gesto parte de la empatía, especialistas señalan que esta práctica altera la conducta natural de los animales y los impulsa a acercarse cada vez más a las zonas habitadas.

En este contexto, Playacar se ha convertido en un símbolo de cómo el vandalismo a las barreras naturales y la falta de regulación sobre la convivencia con la fauna pueden transformar la dinámica ecológica de una región. Los animales, acostumbrados a la presencia humana, pierden su capacidad de mantenerse alejados de zonas de riesgo, y los vecinos se ven expuestos a situaciones imprevistas.

Los ambientalistas insisten en que la solución pasa por la corresponsabilidad: reforzar las medidas de protección perimetral, impedir cualquier práctica de alimentación, y crear corredores seguros que permitan a la fauna desplazarse sin invadir áreas urbanas.

Casos como el de Playacar ponen en evidencia la urgencia de construir una nueva cultura ambiental donde la convivencia con la naturaleza no signifique invadirla. Los animales no pertenecen a las ciudades, y mantenerlos dentro de ellas, por descuido o compasión, puede terminar afectando tanto su supervivencia como la seguridad de quienes comparten su entorno.

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