José Antonio Aspiros Villagómez
Titulación y colegiación de periodistas, logradas con 40 años de distancia
La licenciatura en periodismo existe en México desde el 3 de agosto de 1974 y el Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo (Conalipe) desde el 12 de noviembre de 2014, fechas en las cuales obtuvieron sus respectivos reconocimientos en la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Ambas conquistas, separadas por cuatro décadas y con una larga historia, fueron producto de las gestiones hechas principalmente por el profesor Alejandro Avilés Inzunza en el primer caso y el licenciado Teodoro Rentería Arróyave en el segundo. Uno a través de la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García’, y el otro desde esas tribunas gremiales que son el Club Primera Plana y la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos (Fapermex).
La SEP reconoce licenciaturas parecidas de otras instituciones educativas, pero con denominaciones distintas a la de “periodismo” sin mayores agregados ni variantes como, por ejemplo “comunicación colectiva” o “ciencias de la información”.
De cualquier manera, de todas esas carreras han egresado legiones de informadores, y así el viejo debate sobre si el periodismo se aprende o no en las aulas, o si debe ser o no una licenciatura, quedó superado pero nunca cancelará esa realidad según la cual, quienes se formaron de manera empírica han sido maestros -en la práctica y en el salón de clases- de los que cursaron estudios.
En la Escuela ‘Septién’ era impartida desde 1949 una carrera sin reconocimiento oficial, y en 1966 su entonces director Alejandro Avilés, ya con un plan de enseñanza adecuado y sin los vínculos confesionales que había tenido el plantel, sino con apertura a todas las corrientes del pensamiento, inició gestiones ante la SEP para el registro oficial de sus estudios.
Según datos del libro ‘El parlamento de los pueblos’, de Alejandro Hernández y Manuel Pérez Miranda (primera y segunda ediciones respectivamente, y en el cual incluyeron un texto de este tecleador), los trámites fueron interrumpidos en 1968 debido al apoyo de los alumnos de esa institución al movimiento estudiantil, y fue hasta 1974 cuando el secretario de Educación Víctor Bravo Ahuja concedió el registro de la licenciatura.
Ahora la ‘Septién’ imparte también maestrías en periodismo político y económico, y en un tiempo ofreció cursos de redactor y reportero gráfico para quienes carecieran de certificado de preparatoria.
Con esas gestiones quedaron en desventaja los graduados con anterioridad y los que carecían de estudios o tenían otra profesión, pero contaban con más de diez años de desempeñar el periodismo, tiempo fijado “para regularizar su situación” por la Ley reglamentaria del Artículo 5° Constitucional, relativo al ejercicio de las profesiones en el Distrito Federal.
Con apoyo en esa disposición, como presidente del Club Primera Plana Rentería solicitó en 1993 al secretario de Educación Fernando Solana Morales, “el reconocimiento profesional de los periodistas empíricos” según relata en su libro ‘Mi vida son nuestras batallas’ que le sirvió como ponencia para ingresar a la Academia Nacional de Historia y Geografía en 2016.
Solana aceptó la petición, pero pronto renunció para buscar una senaduría y las gestiones se prolongaron ante los sucesivos titulares de la SEP, hasta que en 2012 con el doctor José Ángel Córdoba Villalobos se extendieron a los periodistas las disposiciones del artículo 64 de la Ley General de Educación y el Acuerdo Secretarial 286 expedido en el año 2000, por el cual se establecen los lineamientos para acreditar conocimientos adquiridos en forma autodidacta, con escolaridad o con experiencia laboral, o ambas, según las prácticas internacionales.
De manera paralela la Escuela ‘Carlos Septién’ titulaba también a quienes cubrieran esos requisitos, pero lo hacía a un costo elevado y con sus propios mecanismos. Mientras que, del otro lado, la SEP otorgó a la Fapermex el nombramiento de instancia evaluadora, que después le refrendó y más adelante se lo retiró, para dejarlo a otro organismo que cobra por ello y practica exámenes excesivamente rigurosos: el Ceneval.
De manera que sólo hubo una etapa de titulaciones vía la Fapermex y la segunda quedó inconclusa tras la salida de la SEP de su entonces titular Aurelio Nuño. En ‘Mi vida son nuestras batallas’ se menciona que, de 1,061 solicitudes presentadas, 967 se tradujeron en titulaciones y 92 no alcanzaron los créditos necesarios. Dos periodistas fallecieron antes de titularse.
Luego vino la creación del Conalipe como culminación de una historia gremial que data del siglo XIX, según un relato de este tecleador incluido en dicho libro. Se trata -el Colegio- de un organismo surgido con base en las normas de la citada Ley reglamentaria del 5° Constitucional, donde se establece una serie de propósitos que se deben cumplir, una duración de sus dirigentes de dos años en los cargos y el pago de cuotas de los socios sólo cuando no sean asalariados, sino dedicados por su cuenta al ejercicio profesional.
De manera que ahora los periodistas pueden ejercer con o sin título y pertenecer a un Colegio si lo tienen -ya muchos obtuvieron también la maestría-, pero nada de esos avances profesionales tiene que ver con que, demasiados de ellos, han sido víctimas fatales de sicarios pagados por autores intelectuales a causa de su trabajo, lo cual será tema de la siguiente entrega.