CIUDAD DE MÉXICO, 12 de octubre (AlmomentoMX).- La educación superior en este continente fue impulsada por el movimiento estudiantil de 1968 que logró transformar a México y el movimiento de Córdoba, asociado con lo sucedido previamente en las universidades en América Latina y del cual se conmemoran ahora 100 años”, expuso el doctor Romualdo López Zarate, investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Las principales demandas de Córdoba giraban en torno a la elección de profesores a través de un concurso de oposición para demostrar el dominio de un conocimiento específico y la asistencia libre a clases, pero “lo más importante fue que lograron establecer una gestión democrática al interior de estas instituciones educativas, lo cual representó una gran conquista que ayudaría a conformar las estructuras de gobierno universitarias y su autonomía respecto del Estado”.
Al participar en la mesa Vivir el 68: testimonios e interpretaciones, moderada por el doctor Armando Sánchez Albarrán, académico del Departamento de Sociología, destacó que la UAM ha sido uno de los frutos más claros y acabados de la lucha estudiantil de esos años. “Yo viví como miles de jóvenes ajeno a la problemática, pues estaba en Pátzcuaro, Michoacán, trabajando en el Centro Regional de Educación Fundamental para América Latina (CREFAL) con varios antropólogos”.
Durante las Jornadas conmemorativas 1968: Medio siglo después, realizadas en el Auditorio Incalli Ixcahuicopa de esa sede académica, el docente recordó que uno de los mayores aportes de esas movilizaciones en tiempos cuando se vivía una gran represión social fue que “nos encontramos con un conjunto de libertades académicas o la posibilidad de disentir con los profesores que era alimentados en la universidad pública”.
La doctora Priscilla Connolly Dietrichsen, profesora del posgrado en Planeación y Políticas Metropolitanas de la Unidad Azcapotzalco de la UAM, dijo sentirse agradecida por haber pertenecido a esa generación privilegiada, “aunque no tuve una relación directa con ese fenómeno sí participé de manera periférica, de hecho, fue lo que me llevó a ser científica social en esta universidad”.
La también Profesora Distinguida por esta casa de estudios recordó que a finales de agosto de 1968 visitó México y fue testigo de cómo los tanques militares se paseaban por las calles e incluso tuvo la oportunidad de platicar con algunos estudiantes perseguidos por la policía.
El impacto de esas movilizaciones se dio a nivel internacional, quizá el antecedente más significativo se vincula con la revuelta en Seúl ocurrida en 1960 que logró derrocar una dictadura, “desde ese momento se vislumbraba una década llena de acontecimientos que abrieron ventanas para pensar en formas de sociedad alternativas al capitalismo, ya que el desencanto con la Unión Soviética era rampante, algo que luego dio paso a la Primavera de Praga”.
El legado de esa historia otorgó a la humanidad el derecho a manifestarse para exigir mejores condiciones de vida o contra la guerra, “en general, me parece que fueron ideas que, si bien comenzaron a gestarse en Europa, también se fueron reflejando en lo que sucedía en México y otro aspecto que sobresalió fue el involucramiento incipiente de las mujeres”.
El doctor José Othón Quiroz Trejo, investigador del Departamento de Sociología de la UAM, instó a rememorar esos acontecimientos en su conjunto “y no sólo enfocarnos a lo sucedido el 2 de octubre, ya que eso implicaría estar sólo ante lo mortuorio y trágico, y perderíamos de vista que antes de esas fechas no existía una definición de pueblo tan acotada como ahora, pues la concientización social se dio conforme fueron avanzando los hechos desde el 26 de julio cuando comenzó todo”.
El académico, quien participó como brigadista y miembro de los comités de lucha en 1968, subrayó que se trataba de un patrimonio popular necesario de preservar, por lo que “debemos otorgarle por ello un carácter más vivo y no debe verse escatológicamente porque hay que reivindicar el post 68 cuando los estudiantes se unieron con los obreros y los campesinos, o el movimiento popular en el que un sector no politizado de hombres y mujeres hizo lo que tuvo que hacer”.
Esos sucesos tuvieron profundas consecuencias culturales y debe explorarse cómo la sociedad cambió al darse cuenta que las manifestaciones crecían en número de manifestantes. “Éramos la primera generación que empezó a ver lo que pasaba fuera del país y significó una rebelión que se convirtió en una confrontación generacional contra la autoridad y la cultura dominante”, finalizó.
AM.MX/fm