Teresa Gil
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Tal como lo sabía todo mundo, el presidente número 47 de Estados Unidos tomó posesión de la Casa Blanca en aquel país, con la ratificación de lo que el mismo Donald Trump había dicho durante semanas, de sus proyectos. Los mismos, el cierre de la frontera sureña, los aspectos económicos fincados sobre todo en aranceles, el destino mexicano como patio trasero de los solicitantes de entrada, la amenaza de terrorizar los cárteles, la apropiación del canal de Panamá y su intención ya expresada de cambiarle el nombre al Golfo de México y ponerle Golfo de América. Hubo pocas novedades en lo que dijo, porque aprovechó los días posteriores a su triunfo, para exponer lo que su verborrea consideraba más amenazante para cimbrar a sus presuntos enemigos. El gobierno de México partió en todo momento, pero sin ceder ni hacer concesiones, de lo fundamental, la defensa de su gente en ese país, que está expuesta a expulsión. Todavía horas antes de la toma de posesión de Trump, Claudia Sheinbaum repitió el apoyo que se dará a los migrantes mexicanos.
LA CANTINELA REITERADA DE TRUMP, EN UN DIOS QUE ACEPTA SUS AGRESIONES
La toma de posesión ante un juzgador que eliminó a las mujeres estadounidenses el derecho a su propio cuerpo, reflejó lo que son tanto el presidente de la Corte, como el nuevo presidente de Estados Unidos. En los ámbitos del salón donde se realizaba el acto con la presencia de expresidentes demócratas como Bill Clinton y Barak Obama y un republicano como George W. Bush, que en poco se diferencian de él, Trump se volcó a sus creencias, mientras invocaba a su dios que lo llevará a una revolución de sentido común y a la reivindicación de su país como el “más poderoso y respetado de la tierra”. La invocación en el recinto, del gran luchador pacifista Martin Luther King, llamó a la sorpresa pero sin rubores se le siguió mencionando en el mismo momento en que trataba como criminales a todo un país, porque no hace distingos y ratificaba como serán echados de sus tierras, que antes en buena parte eran nuestras porque nos las robaron, a los que consideran indecentes.
UN BLANCO ASESINÓ A LUTHER KING, CUANDO LUCHABA POR LA IGUALDAD
Un blanco asesinó a Martin Luther King el 4 de abril 1968, cuando la lucha del pastor baptista se centraba precisamente en contra de la discriminación y el racismo, y respaldaba su famosa frase “Yo tengo un sueño” en el respeto de los seres humanos a sus diferencias. Sus teorías fincadas en su religión, tenían no obstante el respaldo de profundos estudios en seminarios y universidades de Estados Unidos una de las cuales, la de Boston, lo coronó en 1954, como un estudioso de la teología. Sus influencias se basaban en la postura pacifista de Gandhi y en la desobediencia civil de Henry David Thoreau. La fuerza que había tomado en Estado Unidos sobre todo en su famosa marcha sobre Washigton en 1963, culminó en el marco de un 1968 cuyos efectos todos conocemos, sobre todo en México. Y quien lo llevó al final cerca de Memphis. James Earl Ray, el asesino, pasó a la historia por haber asesinado al pastor pacifista más destacado de la historia de ese país, pero no pudo eliminar su sueño, que ahora, de manera burda es tomado paradójicamente por los blancos ultraderechistas, que profundizan la separación discriminada de los seres humanos.