Teresa Gil
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Para no ponerlos al mismo nivel de los demás muertos, algunas religiones crearon lo que se llama Día de todos los Santos que se celebra el primero de noviembre. Se trata de exaltar, dicen, no solo a los santos de cada religión, sino a las personas que dejaron atrás los resabios de su maldad y en esa concepción que tienen las iglesias con los muertos, los que ya pasaron lo que llaman el purgatorio. Toda una historia creada por esos entornos que parten de un dios creado por ellos a su imagen y semejanza. Y al que le dedican día del calendario con el fin de separar lo que es principalmente el día de los muertos que se celebra en todo el mundo, porque en estos puede haber una historia de pecado que será difícil poder rescatar. Lo que es un simbolismo para los no creyentes para los que si lo son es una fecha sagrada, de obligaciones en su iglesia, de ayunos, y toda la cosa. En esa fecha están incluidos aparte de los santos, los infantes de muy pequeña edad que no supieron en su inocencia, las vicisitudes de la maldad. Aunque fue un pecador como todos, vale recordar los puntos de vista de Jorge Luis Borges, en torno no de los santos, sino de los muertos, cuya santidad ya no será posible.
DIFÍCIL SABER CUANTOS HAN MUERTO EN MÉXICO. CADA DOLIENTE CONMEMORA
Jorge Luis Borges se duele de lo que perdió un ser que se va: “-hábito de unos libros, de una llave, de un cuerpo entre otros, frecuencias irrecuperables que para él fueron la amistad de este mundo”. Nosotros que hemos perdido a miles, ¿qué tanto perdieron ellos y qué tanto perdimos nosotros? Las cifras se entrecruzan con las muertes naturales y las víctimas de la violencia, los números se disparan y ya no los calculamos. Más si agregamos los asesinatos actuales en Palestina. Tantos miles del total, llenarían planas y planas con sus nombres y enciclopedias enteras con sus datos y todo lo que hicieron. Para recordarlos tendríamos que hacer una hilera de cruces como la del cementerio del Día D que se levanta en Normandía para conmemorar a los muertos de la Segunda Guerra Mundial; monumento que resumió los alrededor de 40 millones que murieron en esa conflagración. El lamento mexicano es nacional desde hace décadas; por todos lados hay cruces, hay dolientes, quizá por eso los gobiernos federal y locales, enfatizaron la festividad del Día de Muertos en los parques, en sus salas y oficinas, como una exudación de lo que no han podido evitar porque se dejó la base de la destrucción ¿Que pensará Felipe Calderón que exacerbó la jauría de la muerte en el país? ¿en su permanente euforia en España, le queda tiempo para el remordimiento? ¿que pensará el gobernante que le siguió, también en España, que sin mayor reflexión retomó la idea y la puso en práctica ? En ninguna de las dos partes parece haber desasosiego, culpabilidad, autocrítica. La muerte ha perdido sentido y no les importa. Ambos accionan todos los recursos del estado, – con lo que guadañaron-, para seguir disfrutando del antiguo poder y olvidar la lista de muertos.
HAY FORMAS DIFERENTES DE MUERTE, PERO FINALMENTE, ES DEJAR DE SER
Borges se refiere continuamente a la muerte a lo largo de su obra, pero lo hace de una manera diferente a como la estamos viendo nosotros. No es el cuerpo yerto el que le preocupa, porque ese, dice, ha dejado de ser. Es lo que fue el ausente, es lo que queda en sus seres cercanos y que se atrapa a través de recuerdos, de obras materiales que hizo y en los primeros tiempos del olor de sus cosas. Uno de sus analistas mexicanos Sergio Nudelstejer (Borges. Acercamiento a su obra literaria Costa Amic Editores S.A.1987) sostiene que en la obra del argentino la muerte siempre llega por ejecución, pero a diferencia de las muertes que aterran a nuestro país por la violencia, los enfrentamientos y la falta de respeto a los derechos humanos, en los libros borgeanos la muerte no es violenta, ni espectacular. “la muerte borgeana siempre llega como una consecuencia inevitable. Las víctimas y sus ejecutores lo saben”. Nudelstejer, escritor, biógrafo, ensayista y crítico da un vuelo amplio a las obras desde muchas perspectivas y añade a su libro cronología y bibliografía también muy amplias. La presentación es de Alfredo Cardona Peña. Pero cuando se refiere a la muerte, la conceptúa en Borges como una desintegración; la muerte humana, sentida, en Borges no existe, dice, “los protagonistas no mueren, se desintegran”. En El Jardín de senderos que se bifurcan, Albert es fulminado por un balazo, a otros, en diferentes relatos, los borra una descarga, los ultiman cuidadosamente, se desploman, etcétera. En la Nueva antología personal (Editorial Bruguera 1980) puede observarse esa situación en El testigo, Episodio del enemigo, El cautivo, etcétera. Algunos están esperando con tranquilidad la muerte. Sin saber, como dice el escritor argentino, que es lo que dejarán, por qué causa los extrañarán. A lo mejor, algunos de los nuestros hubieran escrito un poema y dirían, como escribió Borges en su poema A un poeta sajón:
Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres