viernes, noviembre 29, 2024

LIBROS DE AYER Y HOY: Salinas, Calderón y el demonio de la perversidad

Teresa Gil

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón Hinojosa, podían haber cometido crimen de lesa humanidad que  no prescribe, al adjudicarse la presidencia de la república en su respectivo momento. Si se analizan uno o varios de los incisos que definen ese crimen, al menos uno encaja perfectamente en el fraude electoral que llevó a ambos a una presidencia de la república que no ganaron. Hay dichos y testimonios al respecto. El inciso h) Persecución, configura todo el tipo penal que ejercieron  ambos señalados, contra Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador en 1988 y en 2006  respectivamente. Ambos deben de ser juzgados de acuerdo al Estatuto de la Corte Penal Internacional creado en 1998. La agresión  que estos últimos  políticos sufrieron en dos fraudes descomunales que les robaron  lo que el pueblo les había dado, fue un ataque generalizado a una población civil para negarle sus derechos. Significó ”una privación intencional y grave de derechos fundamentales en contravención  al derecho internacional en razón de la identidad de grupo (votantes) o de la colectividad (votantes mayoritarios plenamente registrados ante una institución).  Los actos se dirigieron a “multiplicidad de víctimas” en la comisión  de los hechos mencionados, “como parte de un plan o política” en  la que no estaba incluido el azar.  A partir de esa tipificación y “otros actos  inhumanos”, que se pueden extender, tanto Salinas como Calderón, podrían ser desposeídos de su carácter de ex presidentes, expuestos a la comunidad internacional y procesados como presuntos delincuentes.

 

EL LO SABÍA: LA CONFESIÓN  TARDÍA DE ROBERTO MADRAZO LO HACE CÓMPLICE

 

Roberto Madrazo dio un  dato fundamental que ratifica el fraude de 2006 y eso  tiene un valor propio  como ex candidato del PRI que fue en ese entonces, y aunque justifica  no  haber avalado la ventaja de AMLO en el 2006 porque “hubiera dinamitado la democracia del país”, su declaración es determinante.  Un tipo  metido en el enjuague de aquel proceso, que sale a la palestra para  confirmar un  fraude tiene un  valor  aunque lo diga  doce años después.  Eso lo convierte en una voz autorizada, para demostrar, como muchos lo han dicho, que Calderón  nunca fue electo presidente de la república. Así lo haga cobardemente guiado por sus propios intereses. Lo que no sabía y desde entonces sabemos  los mexicanos, es que esa  democracia quedó dinamitada, no solo por el fraude escandaloso cometido por Vicente Fox y Felipe Calderón, sino por sus propias acciones como presidentes. Los que aparezcan ahora diciendo que ya sabían que Felipe Calderón cometió fraude y le robó  la presidencia a López Obrador, pueden ser considerados cómplices, porque avalaron un delito con su silencio. Es el caso de Roberto Madrazo, quien como candidato a la presidencia en ese proceso, se quedó callado. Las leyes mexicanas si bien son  flexibles en su interpretación – según la urraca es el copete-,  al menos en la letra suelen ser claras. Y los  mandatos que las leyes electorales dan a los participantes oficiosos, por ejemplo, son  claras: deben denunciarse los hechos que atenten contra la limpieza de un proceso electoral. Es un principio democrático, en el que todos deben participar. Si alguien conoce un fraude o irregularidad, debe denunciarlo y en esa situación delictiva quedaron  muchos viejos políticos de la época de Salinas, que participaron  incluso en la alteración  de actas y en el revoltijo de los votos. Lo mismo que en el caso del 2006. Fox y Calderón,  enfermos de odio contra AMLO, nunca imaginaron que tarde o temprano les llegaría su hora y que la historia no perdona.

 

EDGAR ALLAN POE Y EL DEMONIO DE LA PERVERSIDAD

Ciento sesenta  nueve años se cumplen este 7 de octubre, de la muerte de este extraño personaje, escritor, poeta y periodista, que fue Allan Poe. En el inquietante recorrido de sus historias extraordinarias, de ese suspenso tenebroso que recorre el cuerpo pero que ilumina por la sabia profundidad como se describen, surge El demonio de la perversidad (Obras selectas, ediciones Orbis S.A. Barcelona 1984) como el ser interior que va calando para salir a flote y un  día despliega con  furia criminal. Niega Poe en esa breve narración a los que mencionan a su dios como el que dicta todos los actos humanos y se aferran a esa concepción para calificar o justificar sus conductas. En ese demonio interno que todo  mundo tiene, pero que en algunos sale a flote, señala que tarde o temprano el  mismo demonio traiciona al que lo porta y lo pierde. Así pasa con  el  narrador del relato, un hombre que mata a otro para heredar su fortuna pero que impelido por su conciencia -lo que Freud llamaría 50 años después subconsciente-,  también tarde o temprano se traiciona y confiesa un  crimen  que  nadie sabía que había cometido. La muerte de aquel individuo había sido juzgada en sus inicios como el que murió “por visitación de dios”, y que para el poeta Baudelaire  no era sino “una muerte repentina”, de acuerdo a los cánones ingleses. Poe nació en Boston en 1809 y su obra guió buena parte del romanticismo estadounidenses de la época, sin que esa influencia haya tenido la misma presencia que la suya. Su muerte temprana ha provocado muchas polémicas.  El cuervo es su más famoso poema y tiene  infinidad de traducciones una de ellas de Julio Cortázar. Publicaré el primer verso  que aprendí hace muchos años, cuando era una escolar y es la que más me gusta:

EL CUERVO

Cierta vez que promediaba

triste noche yo evocaba

remembrando en viejos tiempos

la memoria de esta edad

y escuchar pude en lo oscuro

de esa mística criatura

la que se oye Leonora

por los ángeles  nombrar.

 

Dijo el cuervo: ¡Nunca más!

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