Teresa Gil
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Nunca ha quedado claro el porque si hay una ley, un presupuesto y un número determinado de beneficiarios, el dinero que se deposita en las tarjetas de la tercera edad, se retrasa. Durante el sexenio de Miguel Ángel Mancera, hubo beneficiarios, miles, que tuvieron un retraso de hasta tres años. El dinero que por su edad deberían de haber recibido, nunca se les actualizó. La ley hace un malabarismo medio raro de justificación al respecto, que vulnera lo que debe ser la seguridad y claridad de una ley ¿Que se hizo con ese dinero? Al parecer en algunos estados que tenían vigente la medida, se daba también un retraso. Cuando el gobierno federal del pasado sexenio implantó la pensión en todo el territorio, el sufrimiento de los ancianos venía de las largas colas y los trámites burocráticos interminables. Esa complejidad provocaba fraudes de parte de personas que solían tener hasta dos o tres pensiones. Ahora, cuando se está dando el retraso federal en las entregas, podría ser comprensible en los primeros dos meses, por el acomodo del nuevo gobierno y por el control federal que se hizo de todas las partidas. Cinco meses después no se justifica. Una de las instituciones que emitió algunas de las tarjetas, Banorte, por ejemplo, da una serie de fechas que no se cumplen y el jueves 2 de mayo cerró algunas oficinas porque dijo que no tenía sistema. Hasta los cajeros que por lo general están abiertos cuando las oficinas cierran, estaban clausurados por “falta de sistema”.
EL GOBIERNO FEDERAL DEBE ENTREGAR EL TOTAL DE LAS PARTIDAS RETENIDAS
Si hay una retención temporal de la entrega de recursos a las tarjetas, el gobierno debe entregar lo retenido en su momento. Mancera, como ya se dijo nunca lo hizo. Los documentos entregados por las personas acreedoras, se perdían. Había que volverlas a reponer. Incluso se daba el caso de que a algunas personas que habían sufrido un largo retraso y empezaban a recibir el importe, se les daba como si fuera un favor y por lo general se les hacía solo el depósito de dos meses. En el largo proceso que ha transcurrido desde que la jefatura de gobierno del Distrito Federal tomó la decisión de crear la pensión para adultos, ha habido una exhibición política muy afrentosa. La manera como asumieron los anteriores gobiernos federales esa situación, primero fue con desgano, después como una forma de utilización política. Más tarde se dio la competencia por aplicarla en muchos estados y después en el país, no como un reconocimiento a las necesidades de los ancianos y a lo que en general le han dado al país, sino como aprovechamiento de un filón político. Esto y lo que hizo Mancera de alargar la entrega de pensiones ya aprobadas, tenía un toque de crueldad.
EN LA CRUELDAD HAY INTENCIÓN DELIBERADA, DIRÍA PAVEL NILÍN
La novela Crueldad (Ediciones Lenguas Extranjeras, Moscú, URSS), fue escrita por Pavel Nilín en 1956. El escritor y dramaturgo soviético fallecido en 1981, tuvo en ella su mayor gloria, aunque algunas de sus obras fueron llevadas a la pantalla y una de ellas obtuvo el premio Stalin. A propósito de la falacia armada en México para crear desencuentros entre el actual gobierno y ciertos sectores de la prensa, en dicha novela es un periodista Uzelkov, el que crea la intriga que lleva al desenlace fatal de la trama. La novela entró en aquel maremágnum con el que las editoras de la URSS cubrieron buena parte del planeta con los más insignes autores soviéticos. La propaganda comunista llegó a través de los textos de Lénin pero junto con él, llegaron excelentemente editados, Tólstoi, Dostoievski, Kuprín, Lérmontov, Puskin, Nilín, Turguenev. Gogol y toda la pléyade moderna que enriqueció los nuevos aportes literarios. He leído de nuevo Crueldad después de algunas décadas y me volvió a parecer excelente por su sencillez, por la forma como aborda el proceso que se da a partir de los komsomoles en aquellos países, las divergencias, las críticas, y las exhaustivas defensas del proyecto. La historia versa sobre la valentía de varios miembros de un komsomol al detener al bandido Vorontsotv y como afloran las diferencias, incluso ideológicas, entre los que participan en la detención. El narrador acompaña siempre al protagonista Viniamin Málishev un hombre honesto y convencido, cuya muerte dispara las diferentes opiniones que el comunismo planteaba en ese acontecer, sobre una muerte inducida. Es una hermosa novela que parece recién escrita y muy adecuada para leerla, ante los muchos pareceres que muestra la actual política en México.